domingo, mayo 5, 2024
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Estremecedora situación de menores migrantes

En cada país una de las preocupaciones principales debería ser velar por niños y niñas, brindándole las mejores condiciones posibles para que su desarrollo sea acompañado por adecuada atención en salud y educación, entre otras prestaciones sociales. Eso es lo que ocurre en los países desarrollados, pero no en los que están en vías de desarrollo, donde las carencias en todo orden son notorias. En naciones del tercer mundo la mayoría de la población debe darse modos para subsistir, por problemas graves, como la falta de fuentes de empleo, situación que se agrava cuando a los gobernantes los domina la demagogia.
Al respecto, es necesario recordar que en campañas electorales los candidatos a gobernar ofrecen el cielo y la tierra a los votantes, pero cuando llegan al poder, lamentablemente, muchas promesas no son cumplidas. Y cuando algunas veces el mandamás de turno hace concesiones, lo primero que prevalece es la propaganda, o solo han sido hechas esas obras para favorecer a los adherentes al partido oficialista. Como prevalece ese afán discriminador, no es raro que esas obras al poco tiempo de su entrega muestren fallas, porque se deduce que los adjudicatarios solo han mostrado interés en hacer negocios con el Estado, ayudados por la influencia política, y obtener ganancias.
A esa condición de pobreza, agravada por la pandemia del Covid-19, que agobia a muchas familias de los países subdesarrollados, se agregan factores como la violencia extrema que generan bandas de delincuentes o los cambios climáticos que provocan migración masiva. De acuerdo con un reciente informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, debido a las causas mencionadas, en los primeros seis meses de este año, más de 40.000 menores y adolescentes cruzaron una peligrosa selva, ubicada entre Colombia, Panamá y México, con destino a países como Estados Unidos y Canadá. Lo peor es que muchos de esos infantes no tienen compañía, por lo que están expuestos a peligros, como ser presas de bandas delictivas para explotarlos.
Sin embargo, no se debería olvidar la migración interna, la cual es cada vez más notoria en países como el nuestro, donde la llegada de habitantes de zonas rurales a las ciudades se incrementa constantemente. Vienen con la esperanza de mejorar sus condiciones de vida, pero debido a la escasez de empleos, pasan a engrosar las filas de comerciantes ambulantes o consiguen ocupaciones temporales después de una ardua búsqueda. Esa angustia por mejorar la economía del hogar también lleva a muchos menores de edad a salir a las calles a vender golosinas u otros productos, o lustrar calzados, entre varias ocupaciones de mínima retribución.
Por todo ello, quedan preguntas sobre si las autoridades contarán con datos estadísticos para saber cuántos menores en Bolivia están en la situación mencionada y que se está haciendo para brindarles apoyo estatal, por lo menos en cuanto a educación y salud. Si realmente queremos en un futuro cercano tener capital humano debidamente preparado, esas tareas de ayuda son urgentes.

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