sábado, mayo 18, 2024
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Derrumbe de valores éticos

En filosofía se entiende por “valoración moral” a la aprobación o reprobación de los diversos comportamientos de los individuos, de acuerdo con la significación moral de esas conductas. Establece si los actos realizados corresponden o no a los valores morales que sustenta la sociedad. En una sociedad donde rigen los valores de conducta ética, se aprecia esa conformidad de la conducta de los individuos, precisamente con esos valores.
Los valores morales no solo son individuales, sino también colectivos, es decir, un conjunto de conductas apreciadas por la sociedad. Cuando una sociedad se vuelve permisiva o tolerante con conductas poco éticas, se vive en una situación de corrupción, anomia e impunidad y ese comportamiento colectivo humano, acaba por afectar gravemente la vida correcta de los individuos en esa sociedad, su presente y futuro.
En este tiempo de adelantos científicos y técnicos relevantes, todavía en algunas partes del mundo, hay sociedades donde se ha perdido la ley y el orden e impera la fuerza de grupos armados que disputan poder, o como sucede en algunos países de nuestro continente, los gobernantes conviven con organizaciones de traficantes de drogas, que financiaron sus campañas electorales y, en consecuencia, tienen su cuota de poder e impunidad en sus actos reñidos con la ley. Lo cierto es que en todas partes existen grupos delictivos y desde que el ser humano aprendió a vivir en sociedad, la diferencia está en que en algunas partes se combate al crimen, en otras se lo tolera.
En nuestro país, parece que el crimen organizado, hace ya varios años ha tomado carta de ciudadanía, en especial aquel que se dedica al narcotráfico y el contrabando en gran escala, por su poder económico que influye en las instituciones públicas encargadas precisamente de combatir esas actividades delictivas. Han penetrado algunos medios de comunicación y tienen relaciones con las autoridades políticas e incluso suelen presionar para el nombramiento de algunas autoridades.
Lo lamentable es que, en la opinión generalizada en el exterior, creen que todos los bolivianos estamos metidos en las actividades delictivas de la droga, ya me pasó a mí, cuando en alguna oportunidad participé en algún evento internacional, y en chanza me dijeron si no tenía un poco de polvo mágico. Es decir, suponen que, por ser bolivianos, tenemos habitualmente en el bolsillo droga. Además, en los sitios de control de entrada a muchos países, el portar pasaporte boliviano es motivo de sospecha y revisión exhaustiva.
No solo son los hechos de corrupción política en el ejercicio de altas y medianas funciones en el aparato administrativo del Estado, sino el envío de cargamentos de droga a países donde el consumo importa elevadas ganancias; la quiebra dolosa de entidades bancarias; la apropiación de bienes privados por grupos armados llamados “interculturales”, apropiación de propiedades urbanas por grupos organizados de jueces, notarios, empleados de oficinas de registro propietario; de contrabando y comercialización de vehículos robados o sin pagar los derechos aduaneros, que han generado fortunas, como la de un diputado que envió 50 millones de dólares al exterior; el vergonzoso transfugio y penoso desempeño de asambleístas (salvada alguna excepción); los extraños suicidios de profesionales y testigos protegidos, y un largo etcétera.
El cuadro de deterioro moral, es preocupante en nuestra sociedad, pues la gente de antemano incumple sus compromisos de pago de préstamos, alquileres, etc., la palabra empeñada no tiene valor y vivimos en un medio donde no hay credibilidad en las instituciones llamadas por ley a velar por el “bien común”, comenzando por el gobierno, la justicia y demás instituciones públicas y privadas, y por supuesto de las autoridades políticas, lo que hace de nuestra sociedad, una decadente por ausencia de valores, indudablemente con las excepciones del caso.
Los valores sociales de servicio a la comunidad, de entereza para mejorar las condiciones de vida de la gente son quimera, todos son discursos y propaganda politiquera, carentes de aproximación a la realidad en que vivimos, de goce grotesco del poder político y económico de unos pocos, frente a la pobreza de la mayoría.
En estos últimos años han sido demolidas las instituciones y se ha suplantado el servicio a los intereses de la comunidad, por los intereses personales y de grupo. Ya lo dice un pensamiento: “en los países serios, se tienen pocas leyes, pero de cumplimiento riguroso, en los atrasados se tienen muchas leyes, pero de cumplimiento flexible”.
Estamos a tiempo de re-institucionalizar el Estado, enmarcándolo en el riguroso cumplimiento de la ley (estado de derecho), porque el Estado es una institución de instituciones, y la vida de la sociedad se desenvuelve en éstas.

El autor es Abogado, Politólogo, escritor y docente universitario.

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