sábado, abril 27, 2024
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El movimiento estudiantil en la Facultad de Medicina de Madrid durante el Siglo XX

Vicente Andrés

 

Parte I

 

Movimiento implica cambio o alteración. Para la sociología, un movimiento social es un «fenómeno de cohesión colectiva en torno a una acción reivindicativa» [1]. No se puede considerar, por lo tanto, como algo espontáneo y carente de planificación, ya que se orienta hacia una finalidad concreta.

Sin pretender entrar en la complejidad de análisis e interpretaciones que entraña la sociología histórica y sin ánimo de encontrar una causalidad para tales movimientos, sí deseo llamar la atención sobre las características de este movimiento a lo largo del Siglo XX y, en concreto en lo que atañe a un mismo lugar: la Facultad de Medicina de Madrid. Esto en sí ya es un elemento común, mismo lugar académico y futuros médicos que situaré en el contexto histórico correspondiente, adelanto que el momento político en el que ocurren los acontecimientos es el de una dictadura.

Son acontecimientos bien diferentes de los ocurridos en la universidad española del Siglo XIX, en su origen; no tanto en su desarrollo. Los Batallones Literarios se organizaron en 1808 para luchar contra la invasión napoleónica. En 1865, la lucha por la autonomía universitaria y la libertad de cátedra es el eje de la movilización que acaba en un enfrentamiento contrario al gobierno de la nación. Había otras motivaciones de índole más gremial como adelantar las vacaciones o alargarlas o acortar la materia a estudiar. Hasta 1919, estas movilizaciones, socialmente, acentúan el perfil del estudiante en su versión popular: «pícaro, holgazán, conquistador, bebedor y juerguista, que estudia solo las últimas semanas del curso» [2]. Sin duda, esta imagen le era favorable a los poderes políticos cuando habían de enfrentarse a la rebelión estudiantil, por lo que se ocupaban de fomentarla. Ciertamente, los estudiantes de aquella época provenían de clases sociales privilegiadas, siendo los menos los que procedían de clases más humildes, cuya máxima preocupación consistía en estudiar. Pese a todo, irían ganando peso político en el transcurso de los acontecimientos del Siglo XX [3].

Cronológicamente, los hechos aludidos ocurrieron en distintos momentos históricos de la evolución y desarrollo de la sociedad española. Se podría decir que son fruto de la disonancia ideológica de la sociedad con los gobernantes. Los primeros, en marzo de 1931, en los prolegómenos de la proclamación de la Segunda República y postrimerías de la dictadura del general Berenguer ―denominada dictablanda― que daría paso al período republicano. Los segundos en 1956 y los terceros en 1971. Los dos últimos en plena dictadura de Franco, que moriría en 1975, abriendo el camino a la denominada Transición, que facilitó la llegada de un régimen democrático. Tenemos pues, un primer factor común, el régimen político dictatorial y, sin embargo, son dos dictaduras diferentes, por las características de los dictadores, que, aunque en origen militares, tienen un soporte civil considerable que modula el tránsito hacia otro régimen político más abierto, proviniendo el segundo de una sublevación militar que dio lugar al lamentable enfrentamiento civil, aún no superado.

Pero ¿qué se da en la mentalidad de los estudiantes de Medicina para que secunden estos movimientos, contrarios a los gobernantes del momento? No entraré, como ya he dicho en establecer factores causales de estas sublevaciones, sino en el modo de pensar de los futuros médicos.  El repaso de la historia quizá proporcione alguna orientación, porque, sin duda, una buena parte de lo que somos viene determinado por el momento histórico que nos toca vivir.

 

El miércoles 25 de marzo de 1931 ―la Segunda República se proclamaría el 14 de abril―, el diario independiente LA VOZ titula en su portada: «Sangrientas luchas entre los estudiantes y la fuerza pública» [4], acompañándolo de tres fotografías en las que se ven la Facultad de Medicina de San Carlos; guardias civiles a caballo, en las inmediaciones y un muerto y un herido con dos médicos, en la casa de socorro. Aclara el periódico que los estudiantes solo querían manifestarse para pedir la amnistía, manifestación que no había sido autorizada. A ellos se unieron obreros que subieron al tejado del edificio ―donde ondeaba una bandera roja―, unos y otros empezaron a arrojar piedras a las fuerzas de orden público; el siguiente paso, empezaron los disparos de estos, que se siguieron de respuestas de los otros. En el Hospital Clínico de San Carlos: Cirugías interrumpidas, traslado de enfermos a las galerías interiores y asistencia a los heridos que se iban recibiendo. De este suceso, en el que se vieron implicados los hermanos Laín Entralgo, dio cuenta Pedro Laín en su libro Descargo de conciencia (1930-1960).

Entre enero y abril de 1931, dos sucesos habían de afectarme muy de cerca: la revuelta de San Carlos y el cierre de la Universidad. De aquélla fui mero espectador, no actor. ¿Por cobardía? Más bien, pienso, por honesta e invencible perplejidad. Actor de él, entre tantos, fue mi hermano que, sin pistola, puedo jurarlo, anduvo a gatas tras el marmóreo Esculapio que corona la fachada del caserón. Un guardia civil muerto. Muchos más, estudiantes o no, herido en el interior del edificio por balas disparadas desde la calle. [5]

Dos hermanos, con vocaciones ideologías, valores y convicciones diferentes; Pedro, químico y médico; José, estudiante de Derecho, en el momento que nos ocupa [6]. El primero, católico convencido, optaría por ingresar en la Falange en 1934; el segundo, ateo, en las Juventudes Socialistas desde 1932, se haría comunista durante la Guerra Civil. En 1936, los dos hermanos se separan, siguiendo caminos diferentes, Pedro en España y José en Rusia. Un comunista y un anticomunista [7], hermanos muy unidos y nunca enfrentados, de manera que ambos dedicarán su vida intelectual y profesional a las Humanidades.

No pretendo afirmar que estos dos universitarios, en el momento de los sucesos de San Carlos narrados, sean representativos de la mentalidad de los estudiantes de medicina de la época; si así hubiera sido, quizá no hubiera dado lugar al enfrentamiento civil posterior. Cada ser humano sigue un destino sometido a múltiples cambios, pero a veces inexorable. Lo que sí se puede afirmar que el 25 de marzo de 1931, en la Facultad de Medicina de Madrid, se enfrentaron dos modos de entender la sociedad diametralmente opuestos que la llegada al mes siguiente de la Segunda República no pudo atenuar. En medio de los enfrentamientos, la perplejidad de la mayoría y la dura realidad del miedo, del dolor y de la muerte.

 

Vicente Andrés, Doctor en Medicina, Diploma Superior en Bioética y Máster Universitario en Filosofía Práctica.

 

medicosypacientes.com

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