lunes, mayo 13, 2024
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Apólogo de un “ignorante”

Primero quiero recalcar que esta es una diégesis, una semblanza de inicios del Siglo XIX. En un recóndito poblado había gente humilde y trabajadora, con sus rostros oscuros por la fuerza inclemente del sol y el trabajo duro del campo. Sus manos eran duras, llenas de callos, por su labor rutinaria, cotidiana, con sus atuendos mojados por la traspiración a flor de piel. Sienten dolor en la planta de los pies, pues por más de ocho horas tienen que estar firmes para cumplir su cometido, hacen un esfuerzo sobrehumano para pararse. Son seres humanos que solo quieren llevar el pan a sus hogares, desprendiendo exudación por el esfuerzo físico del sacrificio, por estar mal alimentados y pese a eso tener que cumplir una jornada laboral extrema, por una mísera remuneración económica.

Solo con un sueño, con una ilusión de vivir con dignidad, respeto, para que se cumpla la ley, en un tiempo razonable. Justicia referida a la protección de sus derechos, a remuneración económica en su fuente laboral, para brindar una buena nutrición a su prole. Con el pago de sus salarios devengados, cuando por una u otra razón, fueron echados de sus fuentes laborales, sin pensar en que estos humildes ciudadanos de a pie tienen familia, tienen niños que alimentar. En esa cruel realidad, se deja desprotegidos a estos seres angelicales, que no tienen culpa para sufrir y vivir estas penurias.

Ese pequeño poblado sufría las mezquindades del Estado, por falta de políticas de atención a las necesidades de gente que languidecía por miseria, hambre, falta de justicia, donde políticos, jueces, vocales, policías y militares comían y bebían a más no poder, por gula insaciable, usando vestimenta suntuosa, perfumes caros, despilfarrando los recursos económicos del Estado en publicidad, con súper numerarios, sobresueldos. Dirigían a nuestros oídos falacias, argumentos vacíos e inconclusos, queriendo disfrazar el hambre del pueblo, la falta de justicia, donde los dueños del poder solo la utilizan para perseguir, lastimar, silenciar y conculcar lo efímero de la dignidad humana. Donde no hay más dignidad, derechos, justicia, que la que el todopoderoso, el sabelotodo, el que vive de la política señala con sus manos manchadas con actos de corrupción, con negligencia en la aplicación de la justicia, con actos omisivos de retardación. Prácticamente éstos se creen dueños de la ley, del orden, de la justicia, y piensan que nos están haciendo un favor cuando hacen cumplir la maltrecha justicia, la prostituida ley.

Donde el privilegio del juez, del vocal, es percibir salario por prestar sus conocimientos para deliberar y hacer realidad el sueño de justicia para el pueblo en tiempo oportuno, sin dilaciones, con trasparencia. Es decir, deben regirse estrictamente a los plazos procesales, impresos en nuestros códigos, garantizados por nuestra Constitución Política del Estado, por pactos, convenios y tratados internacionales. Pero todo ello ha quedado en letra muerta, solo queda en concepto fríos y vacíos ya que hoy, con el argumento de que hay sobrecarga procesal, estas autoridades hacen lo que les da la gana con estos nobles pobladores en tierra de nadie.

Mientras que a gobernantes que buscan prorrogarse en sus cargos, les ha gustado vivir de la política, vivir cuoteando juzgados, empresas del Estado, al igual que su ejército de “levantamanos” nutrirse de ministerios, viceministerios, defensorías del pueblo y todo cuanto podían corroer, con trabajos de poder dentro del Estado. A pesar de la división interna de su estructura, éstos persiguen los ideales y las libertades de una clase social que prácticamente está maltrecha, soportando el frío desolador de los juzgados, rogando por pan y justicia, donde no había más ley, más derechos humanos que los que señalaba con su dedo el tirano, él “sabelotodo”, el infame vocal, juez, el verdugo de las clases más oprimidas.

Todo esto que les comento es un relato sacado de mi mente, una fábula de la vida diaria, que es producto de mis momentos de locura y desgano, viendo cómo los dueños de la justicia, algunos jueces, y vocales, creen que caminan entre nubes, que no traspiran, que no desprenden efluvio alguno o pestilencia. Creen que saben todo y están por sobre el pueblo, mostrando con esa actitud que padecen problemas mentales. Sí, porque no es normal ese actuar lascivo, soez, mordaz, de soñada supremacía, ya que no cumplen los plazos señalados por la norma, a título de carga procesal, dejando pasar tiempos tan prolongados para responder a un simple memorial, entrando en la tierra de la arbitrariedad. Dirigen al pueblo sus discursos llenos de sarcasmos, sofismas corrosivos, llenos de desprecio, diciendo que todo lo que uno haga está mal, que solo ellos son los elegidos, los dueños del conocimiento, dueños de la verdad. Bueno, ellos creen que son los elegidos para ocupar cargos jerárquicos, cuando en realidad solo les costó llevar un maletín, cargar el saco de su jefe.

En síntesis, lo que digo solo es fruto de mi imaginación, de “la quimera de la política”, mientras los gobernantes tienen que tomar decisiones para el bienestar del pueblo, saciar su hambre, su dolor, brindándoles fuentes de empleo con salarios acordes a la realidad que viven estas gentes nobles y apacibles. Se les pide luchar contra los feminicidios e infanticidios que prácticamente ya se volvieron normales para estas autoridades. Así como luchar en contra de la retardación de justicia, porque sí, señores, la justicia tiene dueños que sucumben ante órdenes del más poderoso, pero “justicia con retardación es injusticia”. Vemos a coaliciones de gobierno que se dividen por puro interés económico y de poder, mientras la denostada justicia está siendo vulnerada, violada por sus “genios” y operadores, que prácticamente están haciendo lo que les da la gana.

Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Reitero, este relato es extraído de mi mente, de mis momentos de soledad, ocio, desgano. Es solo “un apólogo de un loco”, de un “ignorante”, como me califican “mentes brillantes”. Sí, reconozco que soy un ignorante, pues el conocimiento es un océano inconmensurable e infinito y yo solo soy una gota de agua” …

 

El autor es Abogado Constitucionalista.

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