lunes, mayo 13, 2024
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La depresión en la vejez

“¡Qué poco me va quedando de lo poco que tenía! Todo se me va acabando Menos la melancolía”. José Bergamín.

La depresión afecta a una de cada tres personas mayores de 65 años
En los últimos años se ha puesto de manifiesto un notable interés sobre las patologías propias del envejecimiento y las patologías que se van asociando a la senectud. Son muchas las causas de este interés: el mayor envejecimiento de la población y por tanto una cierta invasión de la cronicidad en la sociedad, predominio de enfermedades en edades no demasiado avanzadas a las cuales, la medicina no ha encontrado remedio.
La depresión es con toda seguridad uno de los trastornos más frecuentes del envejecimiento. El porcentaje de depresiones aumenta de un 5% en los jóvenes a un 30% en las personas mayores de 65 años. El proceso de envejecimiento plantea serias complicaciones si además se añaden los problemas derivados de una depresión. La pérdida de la ilusión de vivir, la ausencia de esperanzas y objetivos de superación, la pérdida de puntos de referencia y el olvido de afán de lucha son las características psíquicas de este trastorno. Los síntomas que aparecen son: melancolía, falta de autonomía, tristeza, ansiedad, insomnio, dificultad para levantarse.
A la situación de envejecimiento hay que añadir las alteraciones derivadas de las rupturas afectivas (amigos que desaparecen, soledad familiar) y la consecuencia inmediata es que el anciano permanece en una oscuridad emocional que le hace mucho más vulnerable a los trastornos físicos.
Para el estudio del envejecimiento de la población se ha utilizado avances científicos en el campo de la medicina, la sociología y la psicología. Las técnicas psicológicas han permitido establecer que el tratamiento farmacológico debe ser completado lo antes posible con una terapia psicológica.
Las estadísticas de los centros especializados demuestran que las personas mayores de 65 años que se sienten deprimidas experimentan una enorme mejoría después de ser tratadas por un psicólogo. Mediante este tratamiento mejoran notablemente la relación y comunicación con su entorno, se evitan la dependencia de los psicofármacos, disminuye su ansiedad y se evita su despersonalización.
Los efectos del agotamiento con sus consecuencias en la actividad, tanto mental como física pueden producirse también por una fuerte impresión psíquica, debida, por ejemplo, a la pérdida de una persona querida, de la integridad física (amputación), de un desastre económico. La característica básica de esta depresión es siempre la pérdida. Se ha perdido algo y no se quiere o no se puede acostumbrar a vivir sin ello. Este caso es algo más complejo ya que si no se puede restituir la pérdida fácilmente deberá seguirse un tratamiento psicoterapéutico que trate el duelo no resuelto o sea que le permita aceptar la pérdida irreparable lo antes posible.

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