domingo, abril 28, 2024
InicioSeccionesOpiniónAnteponer el bien común a los intereses personales

Anteponer el bien común a los intereses personales

El mensaje permanente que lanza la Iglesia Católica a todo el mundo es ruego para calcular menos males al mundo, deponiendo odios y rencores, suprimiendo las causas que motivan estallido de guerras y hechos que confrontan a los hombres y naciones unos contra otros. Como siempre, las corrientes religiosas de todo el mundo consideran que nadie, en sano juicio, puede seguir conductas que impliquen desunión, desavenencias y enemistades entre los pueblos; consentir todo ello equivaldría a aceptar las divisiones y las guerras que destruyen todo lo bueno que tiene el mundo y, además, mostrar que ninguna nación es capaz de sobrevivir a condiciones miserables de pobreza, como son los casos de habitantes del Segundo al Cuarto mundo que no entienden la urgencia de tener paz y concordia, la necesidad de unirse y evitar la continuación de guerras como las que se soporta. Condena, enérgicamente, que Rusia decida apoderarse de territorios y naciones del mundo alegando derechos que nadie le otorgó. Por supuesto, condena enérgicamente a Corea del Norte que amenaza permanentemente con bombas nucleares.
Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales están unidas a la vocación por la paz y la unidad, consideran que los países ricos deben abandonar sus ambiciones y evitar estallidos del armamentismo que, ante cada necesidad de armamento moderno, sus fábricas, laboratorios y hombres dedicados al armamentismo tomen conciencia de que es imposible que países inmersos en guerras continúen los enfrentamientos. Hay prevenciones contra las armas y el uso de la energía nuclear por el peligro que implican las amenazas de Rusia, Irán, Irak y otras naciones que se niegan a comprender que un enfrentamiento nuclear significaría la destrucción del mundo, la desaparición de todo lo que es. No entienden o no quieren concebir que sin paz y comprensión entre países no es posible creer en seguridad para el orbe; nadie supone siquiera que, en este tiempo nada ni nadie garantiza la presencia o no de fuerzas extraterrestres que estarían al acecho para una invasión de conquista; nada garantiza que pasaron los tiempos en que la decisión de una persona puede definir el futuro incierto de miles de millones de personas; si ello ocurre, con seguridad que los primeros en ser víctimas serían los propugnadores de la fabricación de armas.
Intereses personales producen ansias personales y éstas se encargan del crecimiento de ambiciones que poco tardan en agrandar deseos en busca de más hasta lograr la posesión hasta de lo ajeno y en muchos casos, no se trepida ante nada con tal de conseguir lo ambicionado y la necesidad de crecimiento de las posesiones. De esta cadena de deseos incontenidos surgen, junto a poderes económicos y de otra índole, convencimientos de auto-poderes irrefrenables que incitan. Así, simplemente, se inician las guerras de conquista y no se trepida hasta lograr lo máximo de lo posible.
Perder el respeto a los derechos ajenos se ha hecho proceso largo con la consecuencia de alcanzar hasta poderes ilimitados que hacen perder la conciencia sobre el bien común que es pertenencia de pocos o de muchos, según dicten las circunstancias y las posibilidades de posesión. Largo y oneroso puede resultar alcanzar resultados finales; pero, para el hombre racional lo importante es no llegar a extremos sino concordar en resultados que satisfagan a las partes. No obstante, es preciso convenir en que debería quedar el convencimiento de que el diálogo hubiese evitado las dificultades superadas y, para ello, nada mejor que dominar la soberbia de la que se arman las partes. No obstante, las experiencias pasadas pueden ser prácticas para el futuro.

Artículo anterior
Artículo siguiente
ARTÍCULOS RELACIONADOS
- Advertisment -

MÁS POPULARES