domingo, mayo 12, 2024
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¿Proyecto país?

Mantener la unidad del país es mandato primordial del gobierno central. No obstante, cuando este mandato es ejercido mediante el uso de la violencia llega a tergiversarse, a tal punto que dicha unidad se convierte en una imposición coercitiva. La unión bajo bandera, población y territorio solo se logra a través de un proyecto país, donde todos los habitantes concuerden de manera voluntaria en defender una sola visión y una sola patria. Para lograr este objetivo, es necesario construir un proyecto país, donde las regiones sean valoradas de manera constante, no solo por su raza o etnia, sino también por su aporte al desarrollo económico y social.
Bolivia, lastimosamente, nunca contó con dichos propósitos. Desde la fundación misma de la República, se impuso una visión criolla occidental como eje de pensamiento político, olvidando con ello toda región que no sea parte de la industria minera occidental, ni de su “alcurnia” social; es decir, desde los orígenes de nuestro país se ha venido imponiendo un centralismo económico y político. Dicho centralismo jamás contó con un proyecto país, simplemente se desarrolló una coexistencia basada en la dependencia, donde las regiones, alejadas del centralismo criollo occidental, eran tratadas con un paternalismo gubernamental agobiante y asfixiante, pues siempre fue conveniente mantener al pobre siendo pobre, de lo contrario las promesas emanadas del gobierno central de turno no tendrían valor alguno.
Bolivia no fue fundada bajo un proyecto país; al contrario, fueron priorizados aspectos netamente económicos, basados en la producción minera como eje articulador, no como una propuesta de desarrollo integral, sino como una propuesta de desarrollo neocolonial. Los nuevos “virreyes” de la región ya no eran españoles, pasaron a ser criollos de occidente, los cuales, en medio de sus bailes de alta alcurnia, tenían escaso tiempo para visibilizar otras regiones que no sean La Paz, Sucre, Oruro, Potosí y Cochabamba, todo desde una visión netamente urbano centrista, la cual evidenció una falta de visualización del oriente boliviano; de igual manera, el área rural sufrió dicho efecto.
Con la llegada del nuevo milenio, las brechas entre oriente, occidente y las áreas rurales se hicieron más evidentes y plausibles. La dependencia del poder central empezó a perder alcance en el oriente, en especial Santa Cruz, esto debido a una fuerte cultura basada en el emprendimiento y de un importantísimo desarrollo industrial privado. En lo que refiere al área rural, especialmente en el occidente, se viene evidenciando una dependencia paternalista muy fuerte hacia el poder centralizado. Ambas realidades generaron un desgaste evidente entre regiones, mientras que el centralismo se empecina en mantener al pobre en situación de pobreza (de lo contrario las llamadas promesas electorales caerían en saco roto), el emprendedurismo regional prefiere la inversión privada como alternativa de desarrollo. Como resultado tenemos un país fragmentado y parchado con tela adhesiva, sin firmeza y sin visión de país.
La falacia del Estado Plurinacional solo ahondó la brecha entre ciudades y campo, entre oriente y occidente, pues su postura, y posterior aprobación, fue en base a una coerción política y coacción sindical. Para mantener la unión territorial, urge construir un proyecto país, donde nos reconozcamos diferentes, pero también necesarios; donde el empresario cruceño vea como su par al empresario aymara y viceversa; donde el único obstáculo sea el poder centralizado y la falta de respeto al estado de derecho. Demás está decir que el centralismo ya no es el camino hacia la conformación de una nación. Es imperativo comenzar a pensar en un proyecto país donde los preceptos republicanos y federalistas sean complementarios, sin miedo al cambio y sin ambiciones de poder de por medio.
Tenemos que ser autocríticos, nos falta mucho para ser un verdadero país. Por el momento, y con las justas, llegamos a ser un simple paisaje.

El autor es Teólogo y Bloguero.

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