Cuando se antepone lo cierto a lo dudoso surgen conclusiones honestas. Esta es una verdad que no siempre sale a luz cuando se trata de dilucidar cuestiones en pugna, especialmente en negocios y transacciones que dislocan la vida de las personas. Muchas veces en el diario vivir de comerciantes se encuentra diferencias que causan divisiones perjudiciales que a veces perjudican relaciones entre quienes se encuentran en las mismas posiciones. Es decir, por defender con intransigencia diferentes puntos de vista, no se encuentra caminos para que antiguas amistades vuelvan al cauce que siempre tuvieron.
Es importante que para dilucidar controversias se convoque a las partes y sean encontrados los mejores caminos de conciliación y concordia antes de iniciar discusiones que solo complicarán los problemas y alejarán o enfriarán amistades que, a veces, son de toda la vida. Hay casos de larga data en los que, por razones nimias, personas se enfrascan en discusiones que solamente agravan problemas y no llegan a resolverlos. Y es ahí donde corresponde que intervengan parientes y amigos que busquen reconciliación entre las partes que, unidas por vieja amistad, se encuentran en el momento separadas por cuestiones sin razón. Y es que, mediante el diálogo, pueden acabar con rompimientos irracionales que causan mucho daño, ya que verdades conocidas y sentidas por ambas partes, deben perdurar por siempre.
Mucho se habla sobre la solidez de relaciones de toda la vida, pero, ante el menor motivo de resquemores, se rompe todo y se abren brechas de enemistad por posiciones de soberbia que las partes prefieren mantener. Estas situaciones solo acarrean lo ajeno al buen sentir, a los propósitos sanos y a las posiciones de cordialidad que nunca debieron desaparecer y que es urgente restablecer.
En la historia de muchas ciudades y pueblos hay casos en los que la dureza de palabras y antagonismos sin fundamento, han destruido lo que debió perdurar por siempre y las partes, abandonando orgullos absurdos, deberían retomar las sendas de la amistad y relegar lo que, bien se sabe, nunca conducirá a buenos finales.