viernes, mayo 17, 2024
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San Benito, padre de Europa

En pleno derrumbamiento del formidable Imperio Romano, que por su ambicioso ideario político de unión de Europa y grandes planes económicos y culturales representó un sensacional avance de civilización en muchos aspectos, pese a sus defectos, nació Benito, en Nursia, a cien kilómetros de Roma, en el seno de una familia aristocrática y acomodada, junto a una hermana gemela llamada Escolástica, que también tendría mucha relevancia en la historia de la Iglesia.
Benito (480-547) era un chico inteligente y con una esmerada educación. Estudió con aprovechamiento en Roma, la gran ciudad con muchos recuerdos de su espléndido pasado. Sintió una vocación religiosa especial. Decidió abandonar totalmente el mundo. Fue una decisión heroica y dura, particularmente por su buena posición social. Vivió algunos años en el campo, en una cueva, como ermitaño, dedicándose a la oración, a la penitencia y al estudio de las Sagradas Escrituras. Posteriormente, se le unieron varios discípulos, que formaron una pequeña comunidad que, cada vez, se hizo más numerosa.
Surgió un monasterio. Sorprendentemente se multiplicaron los monasterios de Benito, haciéndose famosa su regla de oración y trabajo. En ella descubrió una poderosísima palanca de eficacia intelectual en medio del terrible apagón cultural de una Europa a oscuras, después del hundimiento del Imperio Romano.
Los monasterios benedictinos se extendieron por toda Europa con grandes beneficios para los diversos pueblos, regiones y países en donde surgieron, convirtiéndose en sobresalientes centros de oración y formación espiritual, famosas escuelas en el más alto nivel de todas las ciencias humanas y divinas, como, asimismo, de todas las artes. En estos monasterios fueron salvados los restos de la cultura antigua, de la tremenda hecatombe y desaparición del Imperio Romano. Y con inusitado vigor comenzaron una nueva etapa intelectual y artística con resultados sorprendentes en toda Europa, impulsando a la Iglesia Católica a la creación de Universidades y extensas bibliotecas de manuscritos de los más variados saberes, hasta la llegada de la imprenta con Gutenberg en el Siglo XV. Y posteriormente, libros, muchos libros.
Los monjes benedictinos no solamente atesoraron elevadísima cantidad de manuscritos y libros, junto a toda clase de cuadros, imágenes, retablos, lámparas y objetos litúrgicos, sino que, entre ellos, surgió una inmensa legión de escritores y pensadores, artistas muy cualificados de todas las clases y eminentes profesores.
En el aspecto económico, los benedictinos, con el gran conocimiento sobre la materia de las antiguas civilizaciones, una magistral dirección, organización, ordenamiento de planes y gran tenacidad en el trabajo, realizaron la extraordinaria empresa de convertir sus monasterios, granjas y haciendas en formidables fuentes de riqueza, apoyándose en la agricultura, ganadería e industrias derivadas y toda clase de trabajos artísticos e intelectuales. Crearon escuela para otras Órdenes religiosas que vinieron después y para todos.
Socialmente hicieron una meritísima labor a favor del pueblo y de los necesitados. Dieron trabajo, toda clase de ayudas, hospedaje a los caminantes, una adelantada asistencia sanitaria; crearon escuelas, centros de acogida, hospitales. Y detrás de todo ello estuvo el espíritu y el ideal de San Benito a lo largo de los siglos, convirtiéndose en maestro y guía para sus hijos y para todos los que acudían a él…

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