viernes, mayo 3, 2024
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La OIT pide “empleos seguros y saludables”

Importa mucho que todo trabajo o empleo esté garantizado por dos condiciones: “seguros y saludables”. Un ideal muy difícil de alcanzar; pero, si esto es posible en algunos países ricos y desarrollados, ¿cuándo y cómo lograrlo en países pobres y subdesarrollados que difícilmente pueden ser poseedores de alguna riqueza? ¿Qué decir de naciones del Cuarto Mundo y muchas del Tercero?

La Organización Internacional del Trabajo (OIT), como muchas entidades dependientes de Naciones Unidas, vive aferrada a ilusiones que han sido propuestas muchas veces y que, si se cumplieran, el mundo cambiaría completamente. Vivir de ilusiones, fantasías, ideales o utopías no produce resultados y menos puede remediar estados de resignación y falsas esperanzas a que están sumidos muchos países, a los que se hizo creer que “las guerras traerán la paz, bienestar, riqueza y soluciones a estados de crisis, angustias y desesperanzas”.

Tanto Naciones Unidas como sus diversas dependencias han recibido estas preguntas: ¿Cuánto debe esperar el mundo para hacer realidad lo mínimo de lo que se espera y que parece no tener posibilidades de cumplimiento? ¿Se puede o debe hablar de supuestos como solución a simples problemas de trabajo, salud, educación, enfermedades y miseria que se vive?

Naciones Unidas, desde su creación y división en múltiples dependencias y organizaciones, habla al mundo de combatir a la pobreza, pero ¿qué se hizo y cómo el mundo puede estar aferrado a una simple esperanza? Está probado que Naciones Unidas es lugar de reunión de amigos donde se lanzan ideas, criterios, promesas, ofertas que ninguno de los presentes sabe que se cumplirá. Es, pues, esta “gran casa de esperanzas” un simple reducto de promesas y planes mientras el dinero producido en todo el mundo sirva solo para armar y enfrentar a los pueblos, mientras se ignore lo que ocasiona la miseria y la extrema pobreza en un mundo donde mueren miles de personas cada día.

La verdad es que Naciones Unidas debe propiciar y convocar al cambio para que efectivamente algo se diferencie de lo vivido; que esta institución, por su condición de ser mundial, sea efectivamente contraria a las guerras, favorable a la lucha contra la pobreza, las enfermedades y la muerte de personas en aras de intereses creados de los que más tienen para beneficio de los armamentistas, y contraria a todo lo que significa paz, armonía, desarrollo. Y solo entonces, cuando todos tomen conciencia de lo que debe ser su vida y de que los cambios para bien general son necesarios, podremos estar seguros de haber conquistado espacios dignos para todos. De otro modo, costará mucho que los que más tienen cambien el progreso relativo de sus naciones y solo habrán conseguido acentuar las malas costumbres y forma de vivir en campos de egoísmo, hipocresía y negación de los derechos ajenos porque el “yoyismo” (egolatría personal) tendrá primacía en el diario vivir, aislando los derechos ajenos, que son tan importantes como los propios.

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