domingo, mayo 5, 2024
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¿La corrupción nuestra de todos los días es un problema cultural?

Cierta vez, un amigo extranjero me decía que en Bolivia todo se arregla con dinero, al parecer no estaba exagerando, puesto que a la luz de los hechos todos los días nos enteramos sobre casos de corrupción, es normal y hasta incluso pareciera algo naturalizado oír hablar de coimas, diezmos, sobornos, dadivas, etcétera, para colmo casi en todos los ámbitos, especialmente en la administración pública, claro está, las cuales forman parte del entramado y la descomposición de nuestra sociedad, sin embargo, también hay que admitir que esto no es de ahora, ha habido corrupción a lo largo de la historia, esto viene desde antes.
No obstante, lo que está pasando actualmente es preocupante, por lo que cabe preguntarse ¿la corrupción que se da en nuestro país es un problema cultural? si realmente fuera así, tal vez ya nada habría que hacer y querer remediarla pueda que sea una pérdida de tiempo y solo restaría decir que “el ultimo apague la luz”, ¿será tan así?
El Diccionario de la Real Academia Española define a la corrupción como: “acción y efecto de corromper o corromperse”, dicho de otro modo, alterar y trastocar la forma de algo, asimismo, se entiende como “estragar, viciar, pervertir” o “sobornar a alguien con dádivas o de otra manera”.
Parafraseando a Zygmunt Bauman, yo diría “soy pesimista en el presente, pero, soy optimista en el futuro”, en virtud a que los tiempos van cambiando y de forma trepidante, Uno de esos cambios, por cierto favorable, es la denominada revolución-tecnológica científica (tercera revolución industrial o también llamada revolución de la inteligencia referido a la información y comunicación), el ingreso de internet, de los medios digitales, las redes sociales y la incidencia que tienen las mismas, que sirven para que la sociedad del Siglo XXI esté mejor informada respecto a lo que pasa en el país y en el mundo. Además, conoce en “tiempo real” los escándalos de corrupción que se producen recurrentemente.
Los Panamá Papers o los escándalos Odebrecht han demostrado cómo los datos masivos (big data) pueden ser utilizados para destapar delitos de corrupción. A este paso se podría pensar (tal vez suene muy iluso) que en poco tiempo la corrupción debería ser cosa del pasado. Desafortunadamente queda todavía mucho camino por recorrer.
Colombia ha creado una plataforma de datos abiertos, Mapa Regalías, donde cada ciudadano puede monitorear cómo los impuestos pagados por las compañías mineras se reinvierten en obras públicas. Según los investigadores Carlos Santiso y Ángel Melguizo, “el potencial transformador de la digitalización también se extiende al poder judicial para fomentar instituciones judiciales independientes y eficaces, y al ecosistema de integridad pública y prevención de la corrupción. Un ejemplo es la tramitación digital de los procedimientos judiciales, recientemente introducida en Chile”.
Asimismo, el coreano Byun Chul Han señala que el presente es una sociedad de la transparencia, o sea, es el paso hacia una sociedad positiva; esto es, abandonar cualquier negatividad para alisar y allanar las acciones sociales e insertarlas en un torrente que favorezca al capital, la comunicación y la información.
No existen fronteras para el flujo de información, como también para los capitales (dinero) que salen de un lugar a otro. La corrupción es un problema transnacional, por esta razón es el centro de la agenda global; diversas organizaciones internacionales como el de las Naciones Unidas, Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Transparencia Internacional, la Cumbre Mundial contra la Corrupción, entre otras, realizan periódicamente reuniones, encuentros para abordar esta problemática.
Entre enero y marzo de 2019, el Barómetro Global de la Corrupción encuestó a más de 17.000 ciudadanos de varios países, más de la mitad sostuvo que la corrupción está empeorando y que sus gobiernos no estarían haciendo lo correcto para combatir este mal, también, que más de una de cada cinco personas que accedieron a los servicios públicos, como agua o electricidad, habían pagado sobornos, y, que los sectores más vulnerables son los más afectados por la corrupción, en este caso las mujeres son más propensas a pagar sobornos por los servicios de salud y la educación pública.
Finalmente, respecto a que si la corrupción es cultural, el neurólogo Facundo Manes sostiene que todos los países tienen corrupción y que los seres humanos son corruptos. La diferencia está en la tolerancia que tiene la sociedad hacia la corrupción, dado que todas las personas tendemos a llevar agua para nuestro molino, el ser humano tiene una predisposición natural a sacar siempre ventaja propia. Entonces ¿qué hace que un país (p.e. Dinamarca) tenga menos corrupción que otros países? La respuesta es que existe una sanción social, es decir, cero tolerancia a la corrupción, reforzado por instituciones fuertes y el respeto a la ley. Porque es pernicioso habituarse a la corrupción o a lo que está mal. Hay que estar siempre alertas debido a que el cerebro funciona así, primero siente la diferencia y luego se acostumbra.

El autor es politólogo – abogado y docente universitario.

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