sábado, mayo 18, 2024
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Sombra sobre una democracia internacional

Hay opiniones sobre que ningún gobierno es bueno ni malo en términos absolutos. Todos tienen algo de bueno. Pero más allá de las apariencias, hay gobiernos confiables, de mayor veracidad. Otros juegan engañosamente con sus pueblos. Esta conjetura se hace extensible a la democracia. Las hay mejores que otras o de sola apariencia. Esta la presenta como democracia ante la comunidad internacional y logra esa catalogación. Tiene los poderes del Estado constituidos: Legislativo, Ejecutivo, Judicial y otros, supuestamente éstos funcionan regularmente. Empero tales falacias impiden advertir cómo han constituido esos órganos, cómo administran las escalas electorales y tales procesos. En qué medida son gobiernos no corruptos y se podría argumentar largamente. Solo el conjunto de las indicadas condiciones positivas cualifica a las verdaderas democracias. Algunos países se auto proclaman democracias, pero la realidad dista mucho de ese calificativo. Más puede la falsa propaganda en lo interno y hacia el exterior.
Sin salir del tema, cabe afirmar que en el mundo nada es perfecto ni intachable, en especial lo político-social, menos aún lo democrático. Todas las democracias muestran imperfecciones. Es común señalar que Estados Unidos de Norteamérica es un ejemplo democrático, un pleno sistema de gobierno. Ciertamente sus órganos son elegidos y constituidos según su normativa, los que funcionan correcta y regularmente.
Pero lo anterior no es todo. Estados Unidos confronta problemas de convivencia interna, además de un excesivo celo legal, precedido por la Constitución de 1787 no reformada, salvo ligeras enmiendas. Subsisten normas como la libre tenencia de armas de fuego y su uso irrestricto. Normas de ese tipo no consultan la evolución de las costumbres y de las formas de vida moderna. Estas han cambiado para un mundo tolerante, de mayor humanidad.
Posiblemente el uso de armas corresponde a los años de fundación de la potencia del Norte, inclusive hasta bien entrado el Siglo XIX, tiempos de los vaqueros y los asaltos en el Oeste, de la “fiebre del oro” y cuando se constituye la territorialidad integral de EEUU. En los últimos años esta tenencia arrastra miles de asesinatos y suicidios. Personas dotadas de armas automáticas asesinan a colegiales y maestros en sus propias escuelas, en supermercados, comercios concurridos y otros. Se impone, pues, una enmienda constitucional y leyes reglamentarias de adquisición de armas. No debería continuar la venta a personas que no garanticen estabilidad emocional y sicológica, correctos antecedentes y comportamiento social. En fin, cuanta seguridad personal sea posible. Así lo pide la sociedad norteamericana y el propio presidente Joe Biden, pero la mayoría legislativa parece no escuchar. Sin duda este trauma es una sombra sobre una de las primeras democracias del mundo, sombra que debería ser alejada cuanto antes.

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