sábado, mayo 4, 2024
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Trabajo extraordinario (5)

Este será el último comentario en torno a la laboriosa investigación promovida por la Fundación Konrad Adenauer, sobre 200 años de Historia de Bolivia, 1825-2025. Bajo el título de “Un amor desenfrenado por la libertad”. Como dice el refrán “para muestra basta un botón”, además no quiero quitar a los estudiosos la oportunidad de revisar cuidadosamente toda esta magnífica obra.
Voy a utilizar otro aporte de Lupe Cajías: 1952: Poder dual o contrapoder (pp. 69-113), tal como destaca en el resumen introductorio se refiere al creciente descontento social que surge en el ámbito de la actividad minera –particularmente en el departamento de Potosí–, ese fenómeno geológico que alimentó la vida económica del país desde la fase colonial y sigue haciéndolo después de varios siglos.
A partir de ese descontento empieza a surgir un proletariado minero, que “se convirtió en el más numeroso, el más combativo, el más politizado y con conciencia de clase”. Entre esa nueva clase surgen líderes, como los de un “proletariado ilustrado”, siendo uno de los más destacados Juan Lechín Oquendo.
Nuestra investigadora señala que: “cada centro minero boliviano tiene su historia propia, con sus héroes y sus mártires. Sus mitos y sus teatros”.
Continua un análisis del rol de cada uno de los departamentos vinculados a la actividad minera: dando importancia a Potosí, Oruro y finalmente La Paz. Por ello: “La Paz será el repetido escenario de las revueltas obreras desde los primeros sindicatos y sobre todo como el eje exportador se desplazó del centro del poder tradicional de las ciudades Potosí; La Plata hacia el norte: el eje desde el departamento de Potosí hasta Oruro y finalmente La Paz”.
En esta etapa empiezan a surgir nombres que enlazan nuestra Historia: José Antonio Arze, cochabambino. Descendiente del patriota Esteban Arze y primo hermano del dirigente del MNR Walter Guevara Arze y también tenía relaciones con Carlos Montenegro, ideólogo del MNR, quien lo llamaba el “hombre de las llaves”.
En esta etapa de nuestra historia, Lupe destaca la aparición de dirigentes políticos y obreros que gradualmente contribuyeron a cambiar la historia social y política de nuestro país, que le ha permitido devenir en lo que es el presente actual.
Hace especial énfasis en los mineros, “así con ese nombre tan general, eran los combatientes, los proletarios, la clase en sí para sí, los asombrosos guerreros, los incansables y los maestros para el resto de los dirigentes sindicales y políticos. Pero no tenían rostro y morían sin nombre y apellido bajo cruces blancas perdidas en el pantano”.
Una de las conclusiones de ese valioso análisis nos enseña que “los trabajadores mineros eran desde inicios del Siglo XX los más numerosos y su concentración en campamentos, al lado de poblaciones originarias tradicionalmente combativas, son el origen indiscutido de la clase proletaria y de la consciencia de la clase obrera”.
Las rebeliones locales frente a tanta injusticia dieron lugar a la aparición de nuevos líderes que “gradualmente fortalecieron a los líderes cuyos nombres en la actualidad siguen perdurando en la memoria del país: la bancada del MNR, principalmente Víctor Paz Estenssoro, pero también Hernán Siles, Rafael Otazo, Alberto Mendoza López, Roberto Prudencio y Fernando Iturralde dieron eco a los sucesos”.
Una parte importante de la historia nacional que nos ha permitido evolucionar a lo que es el presente, que nos ha permitido insertarnos de mejor manera en el ámbito internacional.
Mi sugerencia final, asómense a la Fundación KA y consigan este importante conjunto de estudios para reflexionar y seguir avanzando hacia el futuro.

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