sábado, mayo 4, 2024
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Las otras pérdidas

Juan Carlos Urenda Díaz, es un jurisconsulto de nota, autor de más de una decena de libros que tienen que ver, principalmente, con el derecho constitucional y la autonomía, con pleno reconocimiento de la sociedad cruceña. Ahora nos sorprende con un trabajo de carácter histórico y diplomático, donde nos hace conocer cuáles fueron las desmembraciones que sufrió Bolivia en el oriente. Se refiere, concretamente, a las pérdidas territoriales de la antaño provincia de Santa Cruz de la Sierra, campos comprendidos desde el Chaco hasta el Purús y el Acre. Sabemos que no existían entonces los departamentos de Beni y Pando.

Bolivia nació a la vida independiente –lo dice Juan Carlos– con alrededor de 2.300.000 kilómetros cuadrados, de los cuales más de la mitad ya no son parte de nuestro patrimonio. Y no son parte de Bolivia porque la Corona española dejó una sobreposición de títulos coloniales y cédulas reales, que produjeron confusión en el “uti possidetis juris” que reclamaba cada nación independiente. Todos saben que tierra no ocupada está destinada a ser tomada por otros, por encima de los títulos. Ese fue el caso de Bolivia en todos los territorios que le fueron arrebatados.

El libro de Urenda se refiere a las pérdidas territoriales que sufrió Santa Cruz por la vía diplomática, así que, de entrada, dejamos de lado el litoral de Atacama que fue asaltado por las armas. Eso en el occidente de Bolivia, porque todos los demás despojos los tuvo que sufrir el oriente boliviano, como si fuera moneda de pago. Santa Cruz de la Sierra perdió, por supuesto en el Matto Grosso, en el Acre, en el Purús, y en el Chaco. ¿Y por qué? Porque eran zonas casi deshabitadas, despreciadas por desconocidas en los diferentes gobiernos.

Si el Matto Grosso ya era una tierra lejana para los cruceños, el Chaco lo era igual, y el Acre y el Purus, más todavía. Para preservar esos lugares se necesitaba de tres elementos esenciales: una población asentada permanentemente o un buen ejército o por último una diplomacia competente. Tuvimos un ejército fuerte y organizado en los primeros años de la República, pero fallamos en la conducción política. Pudimos quedarnos con el puerto de Arica, pero ni el mariscal Santa Cruz cuando la Confederación, ni Ballivián, luego de la victoria de Ingavi, fueron capaces de hacerlo. A medida que la nueva Bolivia se fue complicando en luchas intestinas, la nación se debilitó, y consecuentemente su diplomacia.

Las primeras pérdidas territoriales de la provincia de Santa Cruz de la Sierra, según nos narra Urenda en “Las otras pérdidas”, se produjeron con Brasil, durante el gobierno de Melgarejo, cuando a raíz del Tratado de 1867, se perdieron, por la habilidad de plenipotenciario brasileño Lopes Netto y la esquizofrenia del presidente boliviano, nada menos que 300 mil kilómetros cuadrados en el Matto Grosso. Esto nos arrebató la salida al río Madera, es decir al Amazonas y, consecuentemente, al Atlántico, afectando, además, hasta nuestra soberanía en el río Paraguay.

El tema limítrofe con Brasil continuó en el Acre, donde siringueros brasileños explotaban el caucho en lo que se llamó Territorio Nacional de Colonias. Brasil, cuya diplomacia dirigía, a partir del año 1902, el barón de Río Branco, hombre de inmensa capacidad negociadora, respaldó un movimiento secesionista que venía de antes y que acabó en un enfrentamiento armado con los gomeros bolivianos. Ahí se destacó nítidamente el patriotismo del poderoso empresario cruceño don Nicolás Suárez, quien, financió de su propio peculio, la Columna Porvenir, con la cual detuvo a los filibusteros brasileños en la región de Bahía, hoy Cobija. Si no hubiera sido por Suárez, Brasil pudo haber ocupado no solo el Acre sino, tal vez, actuales zonas del norte de La Paz y del departamento del Beni, que ya había sido creado durante el gobierno de Ballivián. 191.000 Km cuadrados quedaron en poder de Brasil, que indemnizó a Bolivia con dos millones de libras esterlinas.

Por las mismas épocas sucedió nuestro diferendo con Perú en la región del Purús y Apolobamba. Luego de arduas y agrias negociaciones que duraron muchos años, se llegó a concordar en la necesidad de un arbitraje internacional. Se eligió al presidente argentino Figueroa Alcorta como árbitro, quien falló, apelando a un concepto de “equidad”, adjudicando casi en partes iguales los territorios en disputa, pero, según el libro que nos ocupa, eso significó para Bolivia la pérdida de 250.000 Km cuadrados.

Se debe tener en cuenta, que, tanto en el Purús como en el Chaco, Boreal y Central, Bolivia tenía sus propias expectativas y sus vecinos las suyas. Que cada nación exhibía sus propios títulos y que, solo como una muestra, Bolivia no perdió todo el Chaco Boreal, sino la mayor parte de ese territorio, pero en ningún caso los 234 mil Km2. que se afirma. Es más, Bolivia exhibía derechos hasta las confluencias de los ríos Paraguay y Paraná, es decir hasta frente a Asunción. Era algo absurdo. Sin embargo, de los tres tratados suscritos por entonces, ninguno fue ratificado por los congresos de ambos países y sí llegó la guerra que nos produjo una catástrofe.

Pero este no es tema de “Las otras pérdidas”, libro muy bien editado por Plural.

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