viernes, mayo 3, 2024
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Sobre la naturalización de la violencia y de la injusticia

La creación en su totalidad, aparte de estar perfectamente ordenada, también es altamente violenta, sin embargo, no toda la violencia es sinónimo de maldad. Siguiendo la misma línea, no todo acto bueno es intrínsecamente bondadoso.
La filosofa alemana Hanna Arendt señalaba: “Bajo ciertas circunstancias la violencia es el único medio de restablecer el equilibrio de la balanza de la justicia”. Existen circunstancias donde la violencia puede llegar a convertirse en una expresión de la ética y la moral, pues la conciencia obliga a la persona a no callar ante el atropello y la injusticia. Pero no por ello la acción tipificada como violenta resulta ser agresiva, me explico: la manifestación de Selma a Montgomery, liderada por Martin Luther King Jr., fueron marchas que a todas luces violentaban la norma legal establecida en Estados Unidos, aun así, eran totalmente justas. A veces la voz de la conciencia debe hacerse escuchar, aun a sabiendas que la respuesta pueda ser violenta.
La idealización de la bondad como “máxima de la conciencia” cae en una banal idealización de lo bueno y de lo justo. Es necesario comprender que ambos preceptos (lo bueno y lo justo) muchas veces chocarán entre sí con puntos de vista totalmente diferentes. La bondad, cuando no se encuentra fundamentada en preceptos éticos, puede convertirse en abuso; de igual modo la justicia, cuando se encuentra alejada de la ética y la moral fácilmente se convierte en un yugo de opresión e injusticia.
Al naturalizar la violencia como algo normal, la sociedad adopta posturas violentas como propias; es decir, la violencia se convierte en la única manera que tienen las personas para hacer escuchar su voz; la violencia es la única generadora de ratings televisivos; la violencia, de igual modo, es el culmen de la política y de la administración de justicia.
En una sociedad violenta, donde lastimosamente la violencia sobresale, solo queda discernir entre lo bueno, lo justo y ético. No siempre será fácil, pues estos tres preceptos no son adecuadamente discernidos en un mar de relativismos morales.
La bondad relativizada enceguece la conciencia y construye poco a poco a un ser violento, alejado de la verdad y en consecuencia con una voluntad direccionada a la mentira y a la violencia. El “ser” se convierte en un “no ser” pues al volcar su mirada hacia una maldad solapada se aleja de su esencia de bondad intrínseca para abrazar una especie de “no esencia” ligada a la violencia, y es justamente de este “no ser” de donde emana la cultura del miedo, la injusticia y la violencia, de este modo, va desnaturalizando al ser humano y tergiversando la ética y la moral.

Marcelo Miranda Loayza, Teólogo y Bloguero.

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