viernes, mayo 3, 2024
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La preceptiva en la profesión médica, su lugar y su sentido

Parte I

Por preceptiva se entiende un conjunto de preceptos aplicables a determinada materia. Solo con esta definición ya podríamos apreciar que hay un lugar para el establecimiento de una serie de preceptos adecuados para el ejercicio de la profesión. Como adjetivo, esta preceptiva iría en una doble dirección, como un conjunto de preceptos y como un mandato que encierra en sí el «obligado» cumplimiento.
Desde una perspectiva ética, que asocia la libertad de elección y decisión, la preceptiva constituiría una serie de recomendaciones hechas con la finalidad de mejorar el ejercicio profesional, pero no es un código, ni menos una ley; por lo tanto, el profesional sería libre de enjuiciar si tales preceptos se adaptan a la idea que él tiene sobre cómo ha de conducirse y relacionarse con los demás participantes en la práctica de la medicina.
Ahora bien, cabe preguntarse cuál es el origen de una preceptiva médica y cuál es su sentido; esto es, buscar su razón de ser y su finalidad para averiguar si es determinante a la hora de la práctica profesional. Este «filtrado» de preceptos nos podría conducir a una codificación, esto es, a la elaboración de unas normas que, ahora sí, habría que seguir en lo concerniente a cumplirlas o incumplirlas y que serían objeto de sanción por parte del Colegio correspondiente.
Con todo, una preceptiva y la codificación deontológica son más amplias, desde una perspectiva ética, que la legislación que regula las cuestiones profesionales, que, sin embargo, el profesional no puede, ni debe ignorar.
En esta búsqueda de los preceptos que afectan al médico, siempre hemos de recalar en el Corpus Hippocraticum, si bien podríamos hacerlo en otras fuentes, es aquí en los clásicos de la civilización occidental donde encontraremos más afinidades. En el Corpus, encontramos un tratado titulado «Preceptos» [1]. Según los filólogos, no es un tratado de la época hipocrática, sino del Siglo l-II d. C. [2] Las dudas y discusiones entre los especialistas fueron provocadas por el contenido de algunos de los preceptos que recordaban al hipocratismo. Esto en sí mismo tiene un valor. Que 400 o 500 años después de la aparición histórica de los hipocráticos -con algunos tratados fechados en los ss. V-IV a. C.- que esa forma de ver la conducta del médico y la relación con el enfermo siguiera vigente, induce a pensar que hay un continuo en lo que a la ética médica se refiere. Por ejemplo, afirmar que «la experiencia debe preceder al razonamiento» [3] hace de la medicina una actividad eminentemente práctica, oponiéndose a la mera especulación filosófica sin repercusiones en la actividad del médico. Cuando se escribe esta obra, Atenas y Alejandría han ido perdiendo influencia, pero los médicos y la medicina griegos gozaban de aprecio en la hegemónica Roma, garantizando así la continuidad de la medicina hipocrática.
Sobre este conocimiento práctico de la medicina, afirma Laín Entralgo que el diagnóstico hipocrático «no podía tener otro objetivo que el conocimiento técnico de la realidad del enfermo, en tanto que enfermo» [4], y que el tratamiento del paciente se regía por tres principios básicos: «ser útil al enfermo, abstenerse ante lo imposible y atacar terapéuticamente la causa del daño» [5]. Todo ello de acuerdo con la máxima de «favorecer o no perjudicar» [6].
Enmarcada en este contexto, «Preceptos» es una obra corta en 14 capítulos, que López Férez resume en tres grupos relativos a la observación y experiencia (capítulos 1-2); a la práctica (capítulos 3-13); y a otros diversos materiales (capítulo 14) [7]. Su lectura, aun para el médico actual, sigue siendo muy ilustrativa, a la par que demuestra, en general, una actualidad permanente. En forma muy resumida, es interesante llamar la atención de lo que parece ser el meollo de cada capítulo.

NOTAS
[1] Anónimo (1990). En Tratados hipocráticos I. Madrid: Gredos, pp. 309-318.
[2] López Férez, JA. (1990). «Introducción a Preceptos». En Tratados hipocráticos I. Madrid: Gredos, p. 304.
[3] Ibidem, p. 306.
[4] Laín, P. (1987). La medicina hipocrática. Madrid: Alianza, p. 227.
[5] Ibidem, p. 307.
[6] «pheléein m» bláptein que luego se latinizará en el primum non nocere, más conocido. Ibidem.
[7] López Férez, JA. (1990). Introducción a «Preceptos». En Tratados hipocráticos I. Madrid: Gredos, p. 304.

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