¿Qué le espera a un mundo convulsionado?

La población mundial vive afectada por una preocupación que, según las circunstancias, se hace angustia: ¿Cómo encararán las poblaciones del futuro los problemas y dificultades a los que deberán hacer frente en condiciones de pesadumbre y desesperación? El mundo, tal como parece continuar en medio de tantos problemas que hoy afligen y no tienen visos de terminar, tiende a agravar las condiciones de vida porque –señalan analistas– el ser humano no aprende de sus propios yerros y siempre cae en lo que cada vez le hace más daño y lo postra en mayor pobreza, condición que no es apropiada para enfrentar muchas desventajas.
Hay sufrimiento y dolor en quienes han perdido seres queridos, hay niños huérfanos, viudas y mujeres enfermas de gravedad, ancianos sin posibilidad de sanar de sus dolencias; en fin, hay situaciones en que las esperanzas han adquirido condiciones dramáticas por la pobreza. Nos referimos a familias que se debaten en la angustia por no saber qué pasará con sus hijos en casos extremos que deban afrontar, especialmente cuando falten alimentos, aspecto dramático no lejano a lo que hoy tiende a ocurrir.
Observamos marcadas rivalidades entre pandillas en EEUU, diferencias entre estudiantes de diferentes grados, que no pueden conciliar posiciones, ausencia de cualidades en algunos jóvenes, racismo exagerado, hedonismo, y muchas formas de no practicar virtudes, carencia de principios y valores que son necesarios para fortalecer la heterogeneidad del civismo y una toma general de conciencia.
La división y deshumanización de la población mundial continuará mientras los gobiernos, las organizaciones religiosas y las instituciones dedicadas a la defensa de la dignidad humana no pongan remedio. Es decir, mientras no hagan comprender, especialmente a los padres de familia y a sus hijos, que sin la práctica de virtudes y valores y sin tener conciencia de lo que es el país y de lo que puede ser el futuro, será imposible lograr avances dignos de ser tomados en cuenta para que el hombre camine, efectivamente, por los senderos de entendimiento y comprensión que, de manera decidida, honesta y responsable, una a todos los hombres.