viernes, mayo 3, 2024
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Una guerra que pone en peligro la paz mundial

Desde que Vladimir Putin, presidente de Rusia, decidió invadir Ucrania, la paz y la tranquilidad mundial han desaparecido porque a todos los países se colocó en vilo de una guerra total. Rusia, contrariamente a lo que dirían las “reglas de la guerra” (que nadie cree), ha utilizado armamento de toda clase para que la invasión a Ucrania no tenga límites y no han sido suficientes las muertes de muchas personas y la presencia de heridos en hospitales y centros de atención médica. La destrucción de edificios, colegios, hospitales y viviendas del pueblo no ha sido suficiente para las ambiciones de Putin que ha instruido “cambios permanentes de tácticas” con tal de alcanzar más éxitos y conseguir que toda Ucrania pase a su dominio. Sin embargo, lo que consiguió es que, en todo el territorio ucraniano, despierten la dignidad y el sentido de país, que se mantenga a toda costa su integridad territorial. Su líder ha dispuesto que se defienda en toda forma a la población y sus derechos a la propiedad, la vida y su vocación de país que el pueblo mantiene latente.

Rusia, por instrucciones de las cúpulas que manejan los hilos de la guerra, no permite tregua alguna y apoya los extremos dispuestos por su caudillo y la decisión es que “a toda costa” se “domine al pueblo, sin importar cuánta gente muera y cuánto se destruya”. La comunidad internacional, encabezada por instituciones como la ONU, no ceja en el empeño de que sean los medios diplomáticos los encargados de convencer a Putin sobre la urgencia de terminar la invasión. Pero el caudillo ruso sigue con su capricho de “dominio total a Ucrania y exige la rendición total” de un pueblo empeñado en defender su libertad y derechos sobre lo que legítimamente les pertenece. Para el sentimiento de la población mundial no hay razón valedera para las matanzas organizadas y para las operaciones masivas de fuerzas militares de Rusia decididas a destruir totalmente a Ucrania. Lo extraño es que la comunidad internacional muestra indolencia ante el poderío ruso que parece tener el dominio total del planeta, atenido a que nadie se atreverá a tomar medidas extremas sin correr el peligro de caer en las fauces de una guerra nuclear que implique la destrucción total.

Ante situación tan dramática, ¿qué hacer? ¿Cómo parar las matanzas para terminar con la egolatría y sed de sangre y muerte que domina a Putin y sus secuaces? ¿Quién puede prever el futuro de la humanidad en una situación tan difícil y que puede agravarse en cuestión de días o prolongarse indefinidamente hasta que cesen las ambiciones rusas? La humanidad no debe estar indefinidamente a expensas de la voluntad de quien parece dispuesto a destruir todo para apoderarse de naciones que, con justa razón y pleno derecho, son libres e independientes. Nos referimos a países que, en su momento, han combatido toda forma de esclavitud y dominio, como el conjunto de males que pretende imponer el señor Putin.

Como corolario de las conductas rusas, se presenta la posibilidad de que países que no están en la guerra, ingresen a ella con el fin de defender sus derechos y libertades y, al hacerlo, introduzcan en el gran conflicto a otras naciones, hasta determinar que todo el orbe se encuentre inmerso en la conflagración que puede costar mucho a la raza humana de todos los tiempos.

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