sábado, mayo 4, 2024
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Guerra de Rusia contra el mundo buscaría solo satisfacer intereses

Cuando el mundo fue sorprendido con la invasión de Rusia a Ucrania, hubo pesar e indignación; se condenó severamente al gobierno ruso y se pidió que los organismos internacionales y la comunidad de naciones apliquen sanciones drásticas al régimen de Vladimir Putin por lo que significa atentado a los derechos humanos y abuso contra un país que hasta días antes se había considerado aliado y amigo de lo que fue la URSS. Pero, con el transcurso de los días, pese a los bombardeos y ataques con todo tipo de armamento de gran poderío de los rusos contra pueblos de Ucrania, matando inmisericordemente a parte de su población, el mundo se dio cuenta de que el mismo curso de la guerra implacable mostraría la otra cara de la situación y que no había que esperar mucho por reacciones, que se produjeron tanto de Estados Unidos como de países europeos y de otras partes del mundo.

Por intereses creados alrededor del petróleo y el gas, Rusia exige que se le pague en rublos lo que venda a Europa. Alemania, Gran Bretaña y Francia rechazan la imposición; otros países ofrecen vender esos energéticos y EEUU entra en conversaciones con Venezuela para levantar las sanciones al régimen de Nicolás Maduro y, además vender todo el petróleo que necesiten Cuba y otros países dispuestos a conversaciones para acuerdos comerciales, financieros y económicos, a cambio de tal o cual ventaja.

Muchas son las imposiciones de cada parte; sin embargo, parece que todo ha sido por conveniencias e intereses. ¿Preocupación por la libertad, la democracia, los derechos humanos? Parece que sí, pero los hechos muestran que no. ¿Cuál es la verdad? Engañar, crear sofismas y pretextos ante los crédulos del resto del mundo resultó muy fácil; no obstante, con claridad se ve intereses creados, que no importará dar aviones a una parte o armas a la otra o construir bombas para otros con tal de que se acceda a una u otra exigencia. Los objetivos que se advierte son: apoderarse de bienes, ocupar territorios, destruir su economía y sus fuentes de producción. Destruir y matar a poblaciones opositoras porque “más importan los intereses y conveniencias que centenares de muertos, miles de heridos, ciudades arrasadas por las bombas, industria y negocios de toda clase, hospitales donde son albergados heridos y enfermos, que no importan y se debe destruirlos”.

Amarga y decepcionante es la vida de un mundo condenado a desaparecer por “obra y gracia” de quienes pregonaron hasta el cansancio la paz y el entendimiento entre los pueblos, amistad y amor entre las personas, cooperación y ayudas de toda clase para que nadie pase por situaciones de hambre, enfermedades y luchas fratricidas. Pero todo queda en palabras y “sanas” intenciones. Qué esperanzas pueden tener pueblos que creyeron en promesas que no era ciertas ni honestas. Lo cierto es que a cambio de tal o cual beneficio o interés satisfecho no importa vender a los propios padres, hijos y familiares por platos de lentejas con los nombres de petróleo, gas, minerales, ganancias abultadas de dinero, seguridad y dividendos jugosos en los negocios, aumento de las cuentas bancarias y, por supuesto, posiciones altas para los que “jugaron bien” para lograr situaciones “notables” en organizaciones internacionales.

Por cualquier lado, tienen aseguradas las llaves para reabrir las compuertas de otros conflictos, otras guerras, otras razones para “hacer sentir dolor, hambre y enfermedades a los que no comulgan con las fuerzas de poder que buscan dominar a un mundo que debe estar sometido a conveniencias e intereses de pocos”. ¿Es posible y justo que la humanidad tenga fe en quienes aseguran que creen en Dios, pero sus intereses serían administrados por el demonio?

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