sábado, mayo 18, 2024
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La falta de valores acrecienta la corrupción en la justicia

Por los hechos de corrupción en casi todos los ámbitos, como el incremento de actos delictivos, violaciones, asesinatos, homicidios, feminicidios, suicidios, vandalismo, ocupación de tierras por grupos de avasalladores, disputas políticas por mantener los privilegios del poder y tantos otros males, así como por los numerosos casos de injusticia, todos coindicen en señalar que la justicia está podrida. Tales hechos se han vuelto “normales” y pasaron de ser preocupantes, a cotidianos; como que nos hemos acostumbrado a esa situación y ya nada sorprende.
Sobre el tema, el profesor español Joan Ridao expresa que el problema de la corrupción no concierne exclusivamente a la justicia, una sociedad con una corrupción estructural nunca va a poder tener una justicia del todo imparcial y eficaz. Sería antisistema. Una justicia así requeriría mayor prevención. Muchos casos de corrupción, consistentes en sobornos y comisiones, no pueden ser probados porque no hay evidencias fáciles. Y, claro está, lo que no está probado no existe.
El Preámbulo de la Convención Interamericana contra la Corrupción (Bolivia suscribió este acuerdo en fecha 03/29/96) refiere que la corrupción socava la legitimidad de las instituciones públicas, atenta contra la sociedad, el orden moral y la justicia, así como contra el desarrollo integral de los pueblos. Además, que están persuadidos de que el combate contra la corrupción fortalece las instituciones democráticas, evita distorsiones de la economía, vicios en la gestión pública y evita el deterioro de la moral social.
La Constitución Política del Estado en su Art. 14 establece que uno de los derechos fundamentales es el derecho al libre ejercicio de la personalidad, también conocida como libre desarrollo de la personalidad (la persona tiene la posibilidad de construir autónomamente su plan de vida), pero al parecer esta ha sido distorsionada o cuyo desarrollo se ha dado en un contexto perverso (Dieter Nohlen dice que el contexto hace la diferencia).
El mal comportamiento o el actuar malicioso de las personas se debe a múltiples factores, se afirma que cuando existe carencia de valores, se debe a que el aprendizaje que tuvieron en sus hogares, en la escuela o donde se desenvolvieron, no han sido lo suficientemente favorables.
El psicólogo mexicano Manuel González Oscoy manifiesta que la pérdida de valores en realidad es una transformación en la que algunos han subido de escala, dependiendo de cada persona, cultura y sociedad. Los humanos adquieren valores durante la vida; en primer lugar, en casa, escuchándolos, y después en la escuela, poniéndolos en práctica. La construcción de estos refleja el desarrollo del pensamiento, que atraviesa por varias etapas, que van desde lo más concreto hasta lo más sutil; una de las primeras cuestiones es la negación, que generalmente se adquiere a partir de concreciones, como cuando nos dicen ‘no hagas eso’ o ‘no toques aquello’.
Infelizmente, la falta de valores se ha ido profundizando en nuestra sociedad; son varios los indicadores, inter alia, ausencia de civismo, escasa colaboración y orden en el ámbito educativo, se fomenta y se valora poco el respeto y la integridad (honestidad).
Una nación donde el Estado, el sistema de las instituciones, fuese perfecto, pero donde la sociedad careciese de empuje, de claridad mental, de decencia, “marcharía malamente”, decía alguna vez José Ortega y Gasset.
Mucho más contundente es Arturo Uslar Pietri, quien indicaba que nadie duda de que existe la corrupción, pero no tenemos el valor de sancionarla. Y no tenemos el valor porque todos somos parte de esa tolerancia.
Han sido hechos varios intentos (a través de normativas, estudios, observatorios, mesas de trabajo, planes, proyectos, programas y otros) a fin de erradicar la corrupción, sin embargo, casi todas esas iniciativas se quedan en un listado de buenas intenciones, pues luchar contra la corrupción no es solo responsabilidad de los gobernantes, es también de los ciudadanos. Como diría Hernán Lanzara, presidente de la Comisión de Integridad y Lucha contra la Corrupción del Perú, “A las personas íntegras se las reconoce en pequeñas cosas: no mienten, no hacen trampa y, en consecuencia, difícilmente son corrompidas (…), es uno de los principales atributos para el éxito, no entendiendo este como acumulación de bienes o posición, sino como el estado de paz y tranquilidad emocional que genera felicidad…”.

El autor es politólogo – abogado y docente universitario.
rolincoteja@gmail.com

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