martes, mayo 7, 2024
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El mal endémico

Los políticos, salvo algunas excepciones, jamás fueron protagonistas de certidumbre, paz social y acercamiento, en función de un venidero esperanzador. Siempre estuvieron enfrascados en sus problemas internos. Ejercitando la pulseta, para saber quién pesa más o quién pesa menos. Provocando la confrontación, nada productiva, entre regiones, urbanos y rurales, ricos y pobres. Manipulando la justicia y las instancias electorales. Permitiendo la vulneración de los Derechos Humanos y la conculcación de las libertades ciudadanas. No tuvieron un momento de tregua para pensar en los supremos intereses del país. A ello se debe la desdicha boliviana.
El propósito fue falsear la historia y engañar al pueblo. De esta manera, vergonzosa, encubrieron sus falencias, excesos y despropósitos. Con actitudes de esta naturaleza fue plagada la historia política nacional. Una práctica, desgraciadamente, que no fue eliminada, ni lo será, por lo visto. De ahí que se “cuece habas”, por doquier. Y la mayoría de los aludidos vive respirando por la herida e inmersa en permanente suspicacia y susceptibilidad. Viendo fantasmas por acá y acullá.
Sus ambiciones siempre han sido ilimitadas e insondables. En consecuencia: algunos perdieron la sindéresis y se proclamaron sucesores de sus “jefes”. Lo hicieron aprovechando el desgaste y deterioro de estos. Crearon grupitos divergentes, críticos y contestatarios, a su alrededor. En la práctica lo “serrucharon”, como se diría en la jerga popular.
De ahí que se constituyeron en el lastre de la colectividad. El mal endémico que ha corroído las esperanzas de la ciudadanía y ha frustrado el futuro nacional. Nada hicieron que los reivindique, sino se limitaron a llenar sus bolsillos con recursos del erario público, obviamente. Y surgieron los nuevos ricos, omnipotentes y bravucones.
Algunos, y es honesto reconocer, hicieron lo correcto. Resultaron siendo referentes de la praxis política, en este jirón patrio, considerado como el corazón del continente sudamericano. Perviven, pese que transcurrieron muchísimos años, en la memoria popular, por haber impulsado transformaciones profundas e irreversibles. Por haber contribuido a la liberación de los más pobres, maltratados y sometidos. Esas medidas dicen mucho de la voluntad política y la vocación de servicio que los ha caracterizado ante la historia y los hombres. Sus ideas, inquietudes, acciones y obras aún son motivo de análisis e interpretación, por historiadores, politólogos y otros. Es que despiertan interés y son temas de inspiración para la gente nueva.
En esta realidad ha emergido, ciertamente, la presencia de los arquetipos de la construcción de un futuro mejor, representados por quienes promovieron actividades privadas, grandes o pequeñas, con mucho o poco capital, en diferentes puntos del territorio patrio. Que han sobrevivido con trabajo y esfuerzo titánico, sin meter la mano a las arcas de Estado. Lo rescatable de ellos es que se movilizaron por el bien común. Son conocidos también como formales, debido que aportaron con impuestos al erario nacional. Crearon y preservaron empleo, inclusive en pandemia. Quienes no comparten este criterio, tienen libertad para rasgarse las vestiduras.
En suma: los políticos deben reflexionar seriamente sobre el destino de la Patria, antes de tomar acciones.

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