lunes, mayo 20, 2024
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Inteligencia emocional en la tercera edad

Por: Equipo editor

 

Básicamente este tipo de inteligencia implica percibir y reconocer las emociones, tanto propias como ajenas; gestionarlas y utilizarlas sabiamente. Ahora bien, la inteligencia emocional se compone de diversas habilidades que se han adquirido o entrenado a lo largo de la vida. Entre ellas, cabe destacar:

 

Percepción de las emociones

 

Es la habilidad para percibir las propias emociones y las de los demás, hay muchas personas que no saben diferenciar bien entre estar tristes, sentir miedo, ansiedad, estar enfadados, etc. Y no saber diferenciarlos no nos permite expresar correctamente nuestro mundo interior, lo que afecta a la calidad de nuestras relaciones.

 

Empatía

 

Nos referimos a la capacidad para ponerse en el lugar del otro. Comprender cómo se siente, respetar sus sentimientos y las razones que hay detrás de su comportamiento.

 

Facilitación emocional

 

Es la habilidad para usar las emociones en nuestra vida para tomar decisiones, para solucionar problemas, para rebuscar en la memoria, etc.

 

Comprensión emocional

 

Supone la habilidad para comprender las emociones y aprender los significados de las mismas. Nos ayuda a saber interpretar las emociones, propias y ajenas, y a comprender la relación y el progreso de unas emociones a otras.

 

Regulación emocional

 

Se basa en la habilidad para manejar las emociones, tanto positivas como negativas, para que no repercutan tan negativamente en nuestro bienestar. No alterarse, no amargarse, no ponerse ansioso por cuestiones pasajeras o que tienen solución es una tarea imprescindible para nuestro desarrollo personal.

 

En definitiva, entrenando estas habilidades podemos aprender a dominar nuestras emociones y no dejar que ellas dominen nuestro día a día. Por ello conforme las personas llegan a una avanzada edad en la vida, la salud se posiciona como un pilar fundamental para mantenerse activo y mantener la autonomía. Las emociones influyen directamente tanto en nuestra salud física como mental. Una buena inteligencia emocional en las personas mayores se traduce en una mejor calidad de vida y nos guía hacia un envejecimiento saludable.

 

La sociedad actual refleja una visión negativa de las personas mayores, donde cumplir años se asocia a un declive físico, unas capacidades cognitivas mermadas, lo cual provoca situaciones de aislamiento social, soledad y por ende de desequilibrio emocional, con connotaciones más negativas que positivas. Nuestro objetivo es cambiar esa visión de pérdidas por ganancias, de ensalzar los éxitos y no los fracasos, de resaltar la experiencia vital y no el sufrimiento y por ello el objetivo es concienciar, prevenir y educar en el desarrollo de esa capacidad emocional.

 

Sin embargo, estudios recientes nos revelan que, por término medio, la inteligencia emocional en las personas mayores es bastante alta. Valoran las relaciones sociales y cuidan de ellas. Saben apreciar el presente, regulan sus emociones para ajustarse a cada momento y evalúan su entorno y lo que les sucede de forma más positiva para disfrutar, para tener un enfoque más relajado y optimista de su realidad.

 

Se necesita ver algunas teorías o estudios que sostienen la hipótesis que permiten explicar la sensación de plenitud que vemos reflejada en muchas personas de tercera edad.

 

Estas teorías enfatizan la importancia de las habilidades para manejar las emociones, así como para reconocer los sentimientos propios y ajenos, mejoran de forma notable a partir de los 60 años. Así, Enrique Lombardo en su artículo sobre “intersecciones teóricas en la vejez” (2012) nos presenta un trabajo bajo la perspectiva del bienestar, donde los factores externos e internos se controlan mejor combinando estrategias de descompromiso, selección, y reevaluación de manera de regular la vida emocional hacia formas de equilibrio y armonía.

Es decir, que la persona a lo largo de su vida va desarrollando recursos y al llegar a esa franja de edad, realizan una comprensión mejor de sus fortalezas en general y de su proceso de envejecimiento en particular, en síntesis sería la denominada teoría de la integración cognitivo-emocional al plantear que las personas mayores, en vista de unas realidades que no pueden controlar, optan por propiciar las emociones positivas como clave de equilibrio, de felicidad y deseabilidad social.

 

En este marco de teorías psicosociales y emocionales del envejecimiento, resaltar la teoría de la selectividad socioemocional, desarrollada por la psicóloga de Stanford, Laura Carstensen, (1993), donde la persona toma conciencia de que la vida se está agotando, focalizando las conductas a experiencias emocionales gratificantes, se trata de disfrutar del momento, del aquí y ahora.

 

No debemos olvidar el carácter que imprime Fernández Ballesteros, R. (2009) en este envejecimiento activo, donde las emociones activas son indicadores de éxito. “Las emociones son herramientas fundamentales de adaptación: en tanto proporcionan el requisito básico para el aprendizaje (la evaluación del significado de los estímulos) y activan cambios conductuales, fisiológicos y hormonales que se asocian con estilos cognitivos y conductuales idóneos para el afrontamiento de situaciones”.

Verdaderamente lo que sobresale en todos estos marcos teóricos y estudios mencionados es su aspecto integral en todas las variables que lo conforman y no se deben “perder de vista” al estudiar a la persona mayor de una manera global, aspectos fundamentales como su estado bio-fisiológico, cognitivo, contexto social, familia, cultura, etc.

 

¿Cuál es la importancia de estudiar la inteligencia emocional en la tercera edad?

 

Es innegable que la vejez supone una etapa repleta de desafíos inevitables. El declive físico, cierto deterioro de las capacidades cognitivas, el aislamiento social, la propensión a enfermedades, etc. Todo ello genera un impacto perjudicial en el bienestar de los mayores. A ello hay que añadir las pérdidas afectivas, la dificultad para reintegrarse en la sociedad y la disminución de recursos económicos.

 

Ante este panorama se hace necesario saber procesar los cambios que trae el cumplir años. Dicho procesamiento emocional debería ir acompañado de un apoyo social y mucha motivación interna para apreciar el presente. Para lo cual se hace indispensable poseer un dominio de la inteligencia emocional.

 

Sin embargo, muchos de nuestros mayores no expresan las emociones que les producen algunas situaciones a las que se tienen que enfrentar en esta etapa vital. Tampoco saben controlar y seleccionar la calidad de sus pensamientos, permitiendo que pensamientos irracionales o negativos inunden su vida.

 

Educar en inteligencia emocional implica hacerlos conscientes de cómo los pensamientos influyen en sus emociones y directamente en su salud. Pero también significa aportarles recursos para que aprendan a ser flexibles a los cambios y no perder la ilusión de trabajar en su desarrollo personal.

 

Por otra parte, conviene destacar otro factor de suma relevancia a la hora de comprender y atender al mundo emocional de las personas de edad avanzada. Nos referimos a la tendencia social actual de percibir el envejecimiento como una etapa de mera decrepitud o incompetencia. Sin duda, este fenómeno sociocultural, propio de las sociedades modernas, también puede generar un impacto emocional destructivo en los adultos mayores.

 

En efecto, el edadismo (forma de pensar, sentir y actuar en personas de la misma edad) y la marginación social de los ancianos repercuten negativamente en su psique y su autoestima. A menos que sus emociones estén saneadas y ellos sepan contrarrestar esta presión social con una inteligencia emocional inexpugnable.

 

¿Cuáles son los beneficios de trabajar la inteligencia emocional de cara a la tercera edad?

 

Si nuestra esperanza de vida aumenta cada vez más, la inteligencia emocional se convierte, en la fase de envejecimiento, en una herramienta para disfrutar de una mejor calidad de vida.

 

Y es que un buen manejo del mundo emocional reduce el estrés, los pensamientos negativos, la depresión y la insatisfacción. Al igual que permite al adulto mayor enfrentarse de una mejor manera a los retos cotidianos propios de esta fase avanzada de la vida.

 

Otro de los beneficios de educar la inteligencia emocional en los mayores es que facilita la adaptación a nuevas situaciones, la socialización y el afrontamiento de problemas.

 

Por lo demás, educando en inteligencia emocional conseguimos fortalecer la salud mental y prevenir el desarrollo de problemas psicológicos como la depresión o la ansiedad. Asimismo, se produce un incremento de la autoestima y mejoran las habilidades sociales y la calidad de las relaciones interpersonales.

 

En conclusión, promover una madurez emocionalmente inteligente y positiva en las personas mayores se traduce en un envejecimiento activo y exitoso.

 

Una buena inteligencia emocional en las personas mayores se traduce en una mejor calidad de vida. Aún más, los indicadores de salud también se relacionan con este factor. Un buen manejo del mundo emocional reduce el estrés, las depresiones y mejora todos esos retos cotidianos a los que el adulto mayor debe hacer frente: pérdidas, enfermedades, dependencia…

 

Recordemos que la inteligencia emocional no es algo normativo. No aparece con los años, no todos sabemos en qué consiste y, si lo sabemos, no siempre aplicamos las mejores estrategias de manera efectiva. Por tanto, una estrategia interesante sería que desde cada comunidad se aplicase un programa de inteligencia emocional orientado a personas mayores sin daños o deterioros cognitivos.

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