sábado, mayo 18, 2024
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Cotización de materias primas y soberanía

Es una verdad de Perogrullo que la economía de actuales países coloniales depende casi exclusivamente de la exportación de materias primas, ya sean estaño, café, cobre, soya, gas, petróleo, etc. Esa dependencia es más concreta y perceptible en el caso de Bolivia, que mantiene su contenido colonial y no puede salir de esa condición de dependencia. Negar esa realidad es tanto un error como una falsedad.
Ese problema no es reciente. Al contrario, es de vieja data. En efecto, ya fue planteado varias veces en la mitad del siglo pasado por varios partidos políticos que, además, trataron de resolverlo, aunque fracasaron en el intento por no haberlo comprendido debidamente.
Según su visión sobre el asunto, la exportación de materias primas solo favorecía a la rosca del estaño y que, una vez nacionalizadas las minas, las ganancias quedarían en el país, para capitalizarlo y entrar en una etapa de acumulación de riqueza y desarrollo.
Sin embargo, esa experiencia no dio el resultado ansiado, debido a que los precios del estaño y otros minerales, en vez de subir (como se esperaba), cayeron aún más de lo calculado. Por ejemplo, la cotización de la libra de estaño (que ahora es de 19 dólares) no subió a más de 0,60 centavos la libra fina, debido a que el mercado mundial del “metal del diablo” estaba controlado por el rey del estaño, Simón I. Patiño, en represalia por la nacionalización de minas en 1952.
En el comienzo del presente siglo, el problema volvió a presentarse con el petróleo y derivados, pero en vez de que los precios de esos productos de exportación caigan de nivel, subieron de forma extraordinaria y el Estado boliviano pudo obtener ingentes ingresos que le dieron una temporada de bonanza de catorce años, aunque las ganancias obtenidas no sirvieron para resolver el problema, ni muchísimo menos, sino para la corrupción y el derroche a manos llenas. En esa forma, el pueblo boliviano perdió, otra vez, una brillante oportunidad para resolver el secular problema colonial.
Al presente, después del derrumbe de las cotizaciones del petróleo (que causó la crisis política de 2019), se están recuperando los altos niveles y, por tanto, como la economía de Bolivia depende, más que nunca, de esos precios, se encuentra ante la opción de saber invertir las ganancias o, en cambio, derrocharlas. Vale decir, conseguir su independencia económica y política, dejar de mantenerse en la condición colonial a que estaría condenado por la carencia de hasta un mínimo de patriotismo de sus dirigentes.
Sin recursos para mantener la minería, los gobiernos que tuvieron en sus manos la minería nacionalizada no pudieron progresar y, víctimas de la pobreza, se derrumbaron. Al mismo tiempo, todas las esperanzas en cuanto a disponer de ingresos se diluyeron y la población nacional no pudo hacer realidad sus sueños.

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