viernes, mayo 3, 2024
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La piratería en Bolivia; un mal necesario

¿Se han dado cuenta de que ya muy poco se habla de la piratería en nuestro país?
Bastante se ha condenado esta práctica a lo largo de la historia boliviana, argumentando los problemas y perjuicios que ésta genera a diferentes industrias. Y en efecto, la piratería perjudica enormemente al creador dueño de la propiedad intelectual, eso nadie lo puede negar, sin embargo, entre todo este cúmulo de problemas, se puede vislumbrar algunos provechos que puede sacar el consumidor final.
Sorprendentemente, los últimos reportes acerca de la piratería en Bolivia datan de hace 10 años. Informes algo sobrios donde no se cuenta con datos estadísticos acerca del impacto económico especifico que ésta ha causado en nuestro territorio. Las pocas investigaciones realizadas se han concentrado en demostrar únicamente el daño ocasionado a la industria legal, y no así algunos beneficios que más adelante les menciono.
En el año 2012, el Programa de Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB) publicó un estudio, donde informaba que el 25% de editoriales y librerías habían cerrado por causa de esta problemática desde el 2000 hasta el 2011.
Microsoft Bolivia, por su parte, hizo un análisis de datos en el año 2011, donde concluyó que Bolivia perdía por concepto de impuestos 55 millones de dólares anuales por el uso de software pirata.
Gran parte del contenido que consumimos día a día acá en nuestro país es pirata: música, videojuegos, películas, software, libros y demás contenidos digitales. Los ingresos de estas industrias decaen estrepitosamente por causa de este consumo ilegal por parte de todos nosotros. No vamos a hacernos a los “locos” e ignorar que la industria del cine nacional aún no puede arrancar por causa de la piratería. Editoriales y librerías cierran sus puertas porque copias ilegales de libros se las vende en cada esquina, sin control. La evolución del servicio de software avanza lentamente y las salas de cine están crisis, por la circulación descontrolada de películas a través de diferentes plataformas, tales como Telegram, que ha logrado captar gran cantidad de usuarios, por permitir el flujo de todo tipo de contenido que carece del permiso del autor.
A pesar de que este mal afecta a varios eslabones de la cadena industrial, se puede entrever alguna utilidad para los consumidores. La industria que menos reclama acerca de la difusión arbitraria de su contenido es la musical. En el fondo, los grandes artistas musicales saben que la piratería, más que un perjuicio, es una estrategia de marketing que permite difundir con más fuerza sus canciones, para que luego el usuario pueda pagar por conciertos y contenido original.
Hablemos del usuario final, este usuario promedio que consume con frecuencia contenido ilegal, pues su poder adquisitivo no le permite comprar obras originales. La piratería logra satisfacer las necesidades de un mercado limitado económicamente, que no tiene la capacidad de adquirir contenido protegido por los derechos de autor, entonces éste no representa del todo una pérdida para los creadores.
En algunos casos, como en la industria editorial, muchos libros de grandes autores extranjeros no están disponibles en nuestro país, por lo tanto, la mano invisible de la ilegalidad logra alcanzar copias piratas a diferentes mercados insatisfechos. Entonces, la piratería no desplaza al mercado legal, sino que es la única forma de acceder a determinado contenido. Irónicamente, el sector que más provecho puede sacar es el de la “educación”. A muchos de los estudiantes, sean escolares o universitarios, les resulta imposible adquirir libros u obras originales, pues no tienen capacidad adquisitiva, por tal motivo les es más asequible optar por copias ilegales de libros y textos protegidos, más aún en sectores rurales, donde fecunda la pobreza extrema.
Por todo lo expuesto, mi intención no es incentivar la práctica de la piratería, está claro que este es un delito definido y sancionado con 3 meses a 2 años de cárcel, en al Artículo 362 del Código Penal Boliviano. Está claro que afecta a muchas industrias, hasta el extremo de paralizar el desarrollo de un país, pero la educación debe ser libre. No se puede, más aún, no se debe limitar el derecho al acceso a la cultura, la información y la educación. Se debe eliminar el cáncer de la piratería, y al mismo tiempo se debe garantizar el acceso libre a todo tipo de material educativo.
Hoy existen problemas más urgentes, como el desempleo, la salud y la economía. Sin embargo, el Estado emplea sus mayores esfuerzos en bagatelas, como lo recientemente ocurrido con la whipala en Santa Cruz. Entonces, tal vez tratar la piratería no sea tan “loco” para el gobierno.

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