domingo, mayo 5, 2024
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Los reyes del bloqueo

Causa gracia –y también perplejidad– escuchar a altos dirigentes masistas y hasta a ministros del actual Gobierno, hacer un elogio del trabajo, de la producción, de las exportaciones, del PIB, y pretender ilustrar a la población boliviana, como si fuera idiota, expresándole que los bloqueos, las marchas y los paros dañan la economía nacional, que afectan a la gente más pobre que vive del día a día, que ahuyentan a los inversores nacionales y extranjeros; en suma, que estos bloqueos son una peste que nos está matando.
Sin embargo, el mayor aporte que ha entregado Evo Morales a la política boliviana, ha sido justamente el bloqueo de caminos. Esa ha sido la esencia de su talento político. Los paros, marchas y bloqueos, con enfrentamientos en barricadas y con muertos, lo llevaron a la presidencia en algunos años de lucha, aunque también un bloqueo de tres semanas, solo con “pititas” como él mismo calificó, lo hizo salir corriendo del poder, perdiendo hasta sus alpargatas en la precipitada huida.
Siempre hubo manifestaciones políticas en Bolivia, desde luego, pero los bloqueos criminales son invento de Morales, con un aplicado aprendizaje del MAS, que luego derivó en contagio nacional. No obstante, los masistas, una vez en el gobierno, fueron implacables con los marchistas o bloqueadores de la oposición. Entonces sí bloquear era malo. La policía fue inclemente con una tremenda profusión de gases y garrotazos, como los “movimientos sociales” (milicias del MAS), cuando la ciudadanía quería protestar contra las acciones impopulares y deschavetadas de una administración que, milagrosamente, se llenó de dinero gracias a la festiva venta de gas natural, que dilapidó sus ingresos en suntuosidades faraónicas, olvidándose de la miseria popular.
Nos correspondió participar en la política en las épocas en que los cocaleros bloquearon la carretera Cochabamba-Santa Cruz, durante aproximadamente tres semanas o un mes. Tiempo en que se perdieron cientos de millones de dólares porque se malograron los productos perecederos que iban hacia los puertos del Pacífico y porque el resto de la producción (soya principalmente) no llegó a los barcos a tiempo para ser cargado y las naves partieron vacías y los contratos internacionales, que no esperan soluciones callejeras, se anulaban. Cortes constantes en la ruta fundamental de la economía nacional, principalmente en defensa de la hoja de coca del Chapare destinada al narcotráfico, hacían los masistas, sin fijarse en las inmensas pérdidas ocasionadas a la economía. Son los mismos sujetos que hoy provocan hilaridad y rabia al escucharlos pontificar sobre las virtudes del trabajo y del crecimiento del PIB, cuando nada saben de lo uno ni de lo otro.
Si las huelgas y las marchas son expresiones de protesta que están aceptadas en la Constitución, los bloqueos que inmovilizan el tránsito de bienes y personas no lo están. Los “paros movilizados” que no son otra cosa que parapetos móviles destinados a paralizar una ciudad se contradicen hasta en su nombre. ¿Dónde se ha visto “paros” que sean “movilizados”? ¿Qué invento es ese? Pinchar llantas y romper cristales de vehículos que no respetan las huelgas es pan de cada día. Y chicotear a los choferes que incumplen con los “paros movilizados” produce una imagen de salvajismo que solo se puede dar en sociedades primitivas como la boliviana, en aquellas que se someten a la justicia comunitaria, que no es más que el desconocimiento a la ley y la venganza artera contra el adversario.
Esta es la ley que ha impuesto Evo Morales y el MAS. En otras naciones hay bloqueos, sin duda, pero una vez al año o dos, no periódicamente. En otros lugares sirve el diálogo. Aquí todos mienten en su propósito de dialogar y de debatir los problemas del Estado. Sin embargo, para dialogar y debatir se necesita una cultura básica: el ser capaces de oír al adversario y respetar su opinión. Sin duda que la acción del bloqueo que provoca tantos males y enardece a las muchedumbres es una peste boliviana que no parece tener cura y que se extiende en el vecindario. He ahí el mayor aporte del MAS.

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