viernes, abril 26, 2024
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Entre pelucas y perfumes…

El paso apresurado de la vida es, seguramente, el mejor pretexto para que muchos opten por dejar a un lado las buenas costumbres e intenciones en un cofre.

Aunque hago el esfuerzo, no logro entender cuando alguien trata de hacer una comparación de una sociedad que existió hace dos o más siglos con la actualidad, y no es que esté mal, al contrario, siempre es bueno saber el origen de las cosas, pues una manera de saber de dónde venimos es a través de la historia.

Mirar al pasado es normal, indagar el origen de algo es buscar en la historia, y qué mejor si está documentada, pues sabemos que muchas costumbres que forman parte indivisible de la historia fueron transmitidas de generación en generación, en muchas culturas fueron los ancianos, quienes transmitieron (y lo siguen haciendo) su experiencia, así como también su sabiduría a los más jóvenes.

 

Cuando se habla de etiqueta, muchos la interpretan de distintas maneras, hay quienes piensan que únicamente se hace referencia a un pequeño trozo de papel o cartón con un código de barras y precio que cuelga en la ropa nueva de una tienda, otros sabemos que se hace referencia a la guía social que nos muestra el respeto por las personas, culturas y costumbres, manteniendo los buenos modales en todo momento y lugar.

Aunque ambas definiciones son totalmente distintas, ambas son válidas. Sin embargo, me referiré únicamente a la segunda.

 

Para saber dónde estamos parados, es necesario saber de dónde venimos. Para saber el origen de las cosas, es importante retroceder en el tiempo y buscar en la historia. No podemos pretender borrarla con el único afán de simplificar las cosas, en esta ocasión me refiero a la etiqueta, las buenas maneras y costumbres, pero no únicamente al comportamiento en la mesa, donde siempre voy a inculcar los buenos modales desde el espacio en el que me encuentre, sino desde cualquier ámbito donde el respeto y la consideración hacia los demás es primordial, esa es la verdadera esencia de la etiqueta.

 

La etiqueta es la caballerosidad para los varones, aunque está visto que esta palabra se diluye en el tiempo (por supuesto aún existen excepciones), la delicadeza con la que un varón trata a una dama, la cortesía y educación que tiene es el fiel reflejo de la manera con la que fue educado.

 

Posiblemente, hoy no sea muy importante para muchos, pero hay quienes valoramos inmensamente estas formas.

¿Será que el tiempo no nos permite tener cuidado en estos detalles? ¿Será que no es importante el respeto hacia los demás?

Estamos en una época en la que la mujer lucha por sus derechos y quiere la igualdad frente a las del hombre, pero… ¿Es razón para dejar de ser femeninas?

Yo estoy totalmente de acuerdo en que tanto el hombre como la mujer deben tener los mismos derechos, pero sin perder la esencia de cada uno. Una mujer delicada y educada, no pierde fuerza ante los demás por ser femenina, como un hombre no deja de ser masculino por ser atento, al contrario… ¿Qué preferimos para nuestras hijas?… una pareja que sea torpe y malcriado o una persona que sea atenta, cortés y trate con respeto a nuestra hija.

 

Yo no estoy pidiendo que volvamos a la época de las reverencias, sumisiones o nos traslademos hacia las costumbres de una monarquía que, indudablemente, mantiene muchas de estas formas, pero también han sufrido modificaciones acordes con la época.

Para terminar, mucho de lo que escribo puede ser interpretado como si yo estuviera aun viviendo en la época de María Antonieta, donde todo era riqueza, banquetes y reverencias por un lado y pobreza por el otro, pero no es así, yo solo invoco el buen trato y las buenas costumbres que por mucho tiempo fueron y ayudaron a tener una convivencia pacífica no solo entre personas, sino también entre estados.

 

Si bien, en la época de la revolución francesa los varones utilizaban pelucas según algunos escritos para esconder el estado real de la higiene que tenían por falta de agua, y por qué no decirlo, de un buen hábito también, o las damas que utilizaban hermosos vestidos acampanados no solo como parte de una moda de la época, sino por ser funcionales en determinados momentos, o el invento del perfume que no fue una mera casualidad, es porque indudablemente fue una necesidad de entonces, con aciertos y desaciertos, y sencillamente es muy probable que no hubiéramos podido llegar hasta donde estamos sin haber recorrido ese tramo.

 

Pero… ¿Por qué menciono este episodio de una época de la historia europea?

Lo hago sencillamente para demostrar que, si bien hoy pretendemos acudir a las buenas maneras, costumbres, cortesía, elegancia, buen trato y, sobre todo, el respeto, no es porque aquella época haya sido un ejemplo de cortesía y educación. Educación en la mesa, por ejemplo, a la hora de comer cuando utilizaban muchas veces las manos para comer en lugar de cubiertos, o bien la ropa para limpiarla e infinidad de cosas que suponemos que la realeza de entonces no hacía, sino porque, aunque no lo aceptemos, la humanidad tuvo que recorrer ese camino para llegar hasta donde estamos. No lo estoy justificando, lo único que hago, es acudir hacia un punto de la historia en la que los buenos modales no eran tan buenos y los años fueron mejorando y perfeccionando hasta llegar a hoy.

 

Para las corrientes actuales… podemos hacer respetar nuestros derechos con educación, no es necesario despojarse de las vestimentas para reclamar algo o destrozar la propiedad pública o privada, nuestro derecho termina donde empieza el derecho del otro.

Si volvemos a la mesa… no hay cosa más agradable que sentarse en una mesa montada con gusto, el placer de comer se inicia con el espectáculo de una mesa puesta con estilo, pero no confundan una mesa formal u oficial con una mesa informal, ambas tienen su momento y ojalá ninguna desparezca y llegamos al punto de utilizar un papel como plato para comer sin complicarnos o que nos dé lo mismo tomar un vino en una copa que en una taza para café.

 

Tratémonos bien, no por el qué dirán, sino por cómo me sentiré, consintámonos y si somos anfitriones, pues consintamos a nuestros invitados, esto no es vivir en el país de las maravillas o emular a la realeza, simplemente es saber vivir, vivir bien y tratarse bien, con lo que tengamos o dispongamos para hacerlo de acuerdo con nuestras posibilidades, no importa… cuando te sientas cómodo, feliz y realmente sientas que lo disfrutas, sabrás que lo lograste.

Si ser moderna significa perder la educación y respeto por los demás… prefiero no serlo.

 

Georgette E. Bretel de Aliaga

Escritora y experta

Ceremonial, Protocolo, Etiqueta y Comportamiento Social

www.facebook.com/Georgette.E.Bretel.de.Aliaga

https://Gebreteldealiaga.blogspot.com

GEORGETTE BRETEL, EXPERTA EN PROTOCOLO Y COMPORTAMIENTO SOCIAL.

 

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