domingo, mayo 19, 2024
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Aumentar presupuesto para la salud y la vida

Principios morales y cívicos, bases sustantivas de la creación de pueblos y países y normas elementales de libertad y justicia han determinado que todo gobierno que tenga la misión de estar entregado y dedicado al pueblo, debe hacerlo con la convicción de que ha sido elegido y dotado de poderes constitucionales para servir, cuidar y preservar de todo mal al país puesto bajo su responsabilidad. Por ninguna razón puede rehuir el cumplimiento de las obligaciones que tiene contraídas y, por ello está obligado a atender con cuidado, esmero y vocación dotada de amor, a nada descuidar en atención y dedicación a lo que le fue encomendado. En otros términos, gobierno de un país implica dirigir y conducir a una nación bajo normas de caridad, amor y dedicación plena sin reticencias ni menguas de alguna clase. Ahora, enfrentados a un mal como el coronavirus, el gobierno está obligado a multiplicar sus esfuerzos y capacidades con miras a que ese servicio sea completo.
Todas las estadísticas muestran que nuestro país se encuentra entre los que menos personas ha vacunado: parece que estamos entre las naciones que estarían con el 3% de vacunados que habrían cumplido con esta obligación y ello implica que el 97% que requiere vacunarse aún no lo hizo, ¿la razón para tal situación?, muy simple, se alega falta de dinero para la compra de vacunas; en cambio se dispone –y hasta en exceso– para engrosar presupuestos de Gobierno y Defensa. Eso implica cuán poco importa la salud y vida de la población, cuando estos rubros deberían tener prioridad en la atención del gobierno.
Informaciones de todos los países, ricos y pobres, señalan haber aumentado sustancialmente los presupuestos para mejorar todo lo referido a atención de pacientes, ampliación de hospitales y disponibilidad de camas, compras de equipos especiales para oxigenación y respiraderos; han sido desplegado esfuerzos para que las salas de terapia intensiva funcionen en todos los horarios y con más médicos y personal especializado. Todo ello ha requerido inversión y gastos de mucho dinero, teniendo en cuenta que no es posible mezquinarse cuando se trata de la vida y salud. Al respecto, cabe señalar que, si en Bolivia se han hecho algunos esfuerzos, está comprobado que no son los suficientes ni para compra de vacunas ni para todos los gastos que implica la atención de tantos casos como los que se presentan a diario.
Es, pues, competencia de las autoridades tramitar préstamos ante organismos internacionales de crédito, pedir cooperación de países que han cubierto casi la totalidad de sus pacientes y cuentan con personal experimentado. Todo ello requerirá inversiones y gastos extraordinarios.
Hay mucho dinero para gastos internos, que podrían ser reducidos sin mayor afectación; otros despachos podrían hacer lo mismo hasta reunir buena cantidad para un fondo común destinado a la lucha contra el virus, ya que, de seguir con un presupuesto magro, aumentará la cantidad de víctimas El gobierno debe tener conciencia de que su deber primigenio ha sido, desde su inicio, aplicar políticas austeras y reducir notablemente los presupuestos para destinarlos al rubro de salud pública; pero, lamentablemente, poco o nada se hizo al respecto. Es tiempo de corregir yerros del pasado y atender con prioridad todo lo que se refiera a la importación de vacunas, como al proceso de vacunación, para no quedar tan rezagados como estamos en relación con los demás países; pero de ninguna manera se puede propender a que el pueblo corra con los gastos que, en toda circunstancia, deben ser obligación del Estado mediante el gobierno puesto para administrar los dineros estatales en beneficio de la población.

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