domingo, mayo 5, 2024
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VII. Las sociedades fascistas

Se he dicho que en estas sociedades los sistemas de derecho son relegados y que surgen otras reglamentaciones. Lo cierto es que el mito juega un papel importante en la vida social y política emergiendo un nuevo culto que puede subsumirse en el de la Patria, el Estado, la raza o el caudillo. Sin embargo, todo esto se integra o interpenetra en el ordenamiento jurídico general que encuentra en la hegemonía del Estado la mejor forma de su realización. Otro tanto obra el carisma, la mística y la disciplina militar trasladada a la sociedad global. La intuición de la élite se transmite al partido que es, según dicen sus ideólogos, el germen del Estado. La “intuición” elitista debe probarse a través de tamices éticos, morales y consecuentes con los principios fascistas. Hay una interconexión permanente partido-Estado y viceversa. El partido, en cuanto grupo de tendencia globalizante ejerce influencia notoria en los demás grupos sociales.
El derecho individualista es sustituido por el derecho político y social y al mismo tiempo el individualismo se sustrae frente a las convenciones colectivas supervisadas por los órganos del Estado. La autoridad al igual que las sanciones son severas. En contrapartida, la Carta del Laboro crea derechos sociales equitativos en las relaciones de obreros y patronos con mentalidad opuesta al capitalismo. El parlamentarismo demo-liberal se sustituye por las cámaras sociales o funcionales, constituidas por todos los sectores integrantes de la sociedad.
Se puede decir que hay un renacimiento parcial de los edictos romanos del pretor, de la formulación ad hoc, en oposición a la rigidez de los códigos. No obstante, hay un orden de derecho “no absorbido y resistente” que subyace “en las capas de la población opuesta a estas estructuras”, dice G. Guvitch.
El autor español Luís Legaz y Lacambra, refiriéndose a este tipo de sociedades, dice, “a su vez, el estado totalitario afirma la primacía del bien común sobre los intereses particulares, y pone en práctica todos los medios precisos para realizar esta idea. No se cruza de brazos ante la lucha económica, no presencia impasible la lucha de clases, sino que la suprime, bien suprimiendo a uno de los elementos en lucha, bien integrando a los dos en la integridad nacional. El estado totalitario, en fin, presupone la existencia de un “enemigo” y en combatirle cifra su razón de existir”.

Referencias:
Gurvitch, Georges: Tratado de Sociología.
Legaz y Lacambra, Luis: Introducción a la Teoría del Estado.
Loza Calderón, Ramiro H: Fundamentos de Sociología del Derecho.

loza_ramiro@hotrmail.com

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