lunes, abril 29, 2024
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Organismos internacionales y pedidos para más sacrificios

Desde hace muchas décadas o más concretamente desde el año l948 en que se instituyó Naciones Unidas y se crearon programas de cooperación a los países pobres apelando a los excedentes financieros habidos en la organización, periódicamente han surgido exigencias para que los países pobres –entre el 65 y 70% de la población mundial – vivan más austeramente, realicen más sacrificios y se atengan a lo poco que producen o reciben como ayudas, “si quieren seguir en programas de cooperación y, en casos, puedan recibir socorros financieros de organismos internacionales; si desean contar con préstamos de la banca internacional con miras al desarrollo”.
¡Qué fácil es pedir resignación, paciencia y sacrificios cuando se tiene y sólo se es espectador de lo que los demás no tienen! Esta es realidad siempre vivida por los pobres y es verdad que impera en los países ricos porque resulta fácil y cómodo plantear las cosas con tanta frialdad, lindante con la indiferencia hacia los padecimientos humanos; cuán fácil es mostrar panoramas de deudas externas que no pueden pagarse y que acumulan intereses que, a su vez, crecen (cuando no se honran oportunamente) para engrosar más los capitales adeudados por los pobres; cuán cómodo resulta saber que “cincuenta cajones de alimentos enviados como ayuda no sirvieron más que para cien personas cuando diez mil (con inclusión de niños y ancianos) padecen hambre”; cuán fácil es ver por canales de televisión que los pobres compraron a los ricos “aprovechando” facilidades de pago dadas por quien tiene mucho y no le importa paralizar su capital; cuán simple es mostrar programas y películas que hacen ostentación de riqueza a costa del hambre y enfermedades de miles de personas que esperan turno en hospitales para ser atendidos o, finalmente, para saber que el caso ya no tiene remedio porque morirá por inanición, hambre o cualquier mal que laceró su cuerpo por no tener medicamentos; cuán fácil y cómodo es ver cuánto y cómo se lucha en guerras libradas por gentes que buscan idénticos remedios para sus pueblos: satisfacer hambre y necesidades, salir del atraso y de extremas pobrezas que los incitaron a oír que deben hacer guerra para conseguir el pan de cada día o siquiera para una semana.
En fin, ¿cuánto se podría relatar sobre padecimientos y muy poco sobre bienestar? La respuesta a estas situaciones siempre ha sido que los organismos internacionales de crédito y los países ricos inviertan en el Cuarto y en el Tercer Mundo para crear nuevas industrias que sean sucursales de las que tienen los desarrollados y que, con esa producción puedan cubrir las necesidades del pueblo; así, repetir la operación hasta cumplir con todo el país y conformar compañías que lo hagan crecer y le den independencia y estén pendientes de importaciones que les insume divisas, no crean empleo y menos forjan el desarrollo. No hay comprensión para este problema y se espera que los pobres importen de los ricos en lugar de crear una producción que cubra y satisfaga las necesidades; de este modo, todo productor rico al asegurar sus exportaciones aumenta su dinero a costa de los pobres que de todos modos debe gastar sin lograr producción alguna.
Invertir para crear industrias, crear empleos, técnicos medios y obreros; capacitar y especializar a profesionales nativos que luego sean formadores de nuevos profesionales; producir y proveer al mercado de todo lo que precise el pueblo; cuidar la economía nacional e incitar al ahorro y la vida con austeridad para lograr economías pequeñas que, con el tiempo, se aglutinen y formen grandes compañías que, a su vez, diversifiquen tanto la producción como la economía nacional. Este es el ideal que quieren cumplir para sí mismos y para atender sus necesidades de importación y exportación a los países pobres.
¿Más sacrificios? Sí, pero en favor de sí mismos que pueden alcanzar los pobres. Para ello, precisan simplemente bases como la educación, la salud, la inversión de capitales financieros, tecnológicos e, inicialmente, capitales humanos que enseñen y capaciten a los nativos, que los entrenen para conseguir los objetivos proyectados. Este tipo de inversión por parte de entidades financieras internacionales y naciones ricas haría posible la disminución y hasta finalización de la pobreza, inclusive para que los ricos ganen más y aumenten sus fortunas, pero a base de políticas de solidaridad y entendimiento de que todos somos hijos de Dios y merecedores de que se respeten los derechos humanos de todos los hombres.

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