martes, mayo 7, 2024
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Habilidades educativas post Covid-19

La pandemia del COVID-19 ha obligado a cerrar escuelas y suspender clases presenciales. Millones de niños, niñas y adolescentes en edad escolar alrededor del mundo vieron interrumpidas o trastocadas sus rutinas cotidianas y las circunstancias nos han obligado a maniobrar rápidamente para poder mantener un derecho esencial que no podemos darnos el lujo de no atender: la educación.

Las desigualdades que azotan a la región latinoamericana tienen, por supuesto, un correlato en lo educativo y esto se ve hoy agravado por las dificultades de acceso a la tecnología y a la conectividad para poder sostener las nuevas rutinas de “presencialidad digital” en las aulas virtuales.

Hoy más que nunca resulta evidente la necesidad de mejorar la alfabetización digital de toda la población, no solo para educar y educarse sino también porque hoy hace la diferencia entre poder o no contar con atención médica a distancia, operar en las bancas online, realizar trámites de forma remota.

Nuestro cerebro está adaptándose permanentemente al contexto, cambiando, generando miles de conexiones nuevas. Es un órgano plástico y se modifica con cada nuevo aprendizaje, hasta el último día de nuestra vida. Por eso, tenemos que aprender cosas nuevas siempre. Todos debemos de alguna manera “volver a la escuela”. Aprender protege al cerebro y es, además, inspirador: la curiosidad y la motivación por seguir aprendiendo no se las puede imponer por la fuerza, pero sí se las puede contagiar con el ejemplo.

Este panorama no debe desalentarnos, sino más bien impulsarnos a pensar los cambios urgentes que necesitamos en los procesos de formación de las personas y las comunidades. Por ejemplo, el conocimiento enciclopédico y las memorias prodigiosas dejarán lugar a nuevas habilidades, ya que hoy, como nunca antes en la historia, la información está más disponible y accesible. Por el contrario, los trabajos del futuro, para los que tenemos que prepararnos hoy sin más demora, valorarán nuestra resiliencia y nuestra capacidad de adaptarnos a contextos cambiantes, junto con aquellas habilidades que nos hacen humanos, aquello que la tecnología no puede –y difícilmente pueda algún día– imitar o reemplazar y que nos permiten aprender y funcionar en distintos escenarios. Una de estas habilidades es la capacidad de resolver problemas complejos, es decir, encontrar respuestas novedosas para situaciones difíciles. Igualmente, la creatividad humana será esencial y, por eso, los roles que la requieran no podrán ser fácilmente reemplazados. Por ejemplo, la sensibilidad estética es una de éstas: si bien la tecnología puede aportar mucho al mundo del arte, la emoción contenida en una obra literaria o musical no puede provenir más que de la experiencia humana. Otra de las habilidades imprescindibles será la capacidad de pensar críticamente, de observar y reflexionar. Además, poder tomar decisiones que tengan en cuenta las consecuencias a corto y a largo plazo de las acciones, será sumamente valorado; así como la negociación, y con ella la flexibilidad cognitiva, es decir, la capacidad de adaptar nuestra conducta a escenarios cambiantes.

La intuición y el contacto entre las personas también serán insustituibles. Nuestro cerebro es un órgano social. En ese sentido, las habilidades emocionales y sociales son esenciales para la supervivencia y para el bienestar, y éstas no pueden ser trasladadas a un robot ni a una computadora. Las máquinas pueden ser “más inteligentes” que nosotros en muchos aspectos, pero nunca lo van a ser en habilidades como la compasión, en imaginar qué piensa el otro y en entender que ese otro piensa diferente a nosotros, en sentir la alegría o el dolor ajeno.

Por eso, la empatía, entender lo que los demás sienten y necesitan, continuará siendo una cualidad esencial. La inteligencia colectiva, la capacidad de manejar equipos y de interactuar con otras personas, de comprender cómo se sienten y qué es lo que saben los demás, será fundamental para los trabajos del Siglo XXI. Por más información estadística que una máquina pueda procesar, es improbable que detecte líderes, lidie con personalidades complejas y ayude a crear vínculos entre los miembros de un equipo.

Por más exposición a pantallas que estemos experimentando, la compañía y el cuidado amoroso del prójimo seguirán siendo un deseo y una necesidad, por ende, aquellos con la capacidad de brindarlos serán personas sumamente valiosas. En este mismo sentido, las maestras y los maestros serán irremplazables y tienen que ejercer cada vez más ese rol primordial que es el de inspirar, motivar y formar a las próximas generaciones, no solo en estas habilidades necesarias sino también en los valores esenciales para vivir en sociedad.

En un mundo basado en el conocimiento, necesitamos preparar a nuestros estudiantes en las habilidades cognitivas para el Siglo XXI. La transformación educativa necesita de estilos de enseñanza dinámicos y flexibles, que se ajusten a las necesidades y desafíos presentes y futuros. Desarrollar la capacidad de “aprender a aprender” y habilidades como la lecto-escritura y el pensamiento lógico matemático, la resolución de problemas junto al desarrollo de la creatividad, la empatía y la curiosidad, deben ser objetivos prioritarios en la agenda educativa.

Debemos prepararnos ya para vivir en este nuevo mundo. En momentos difíciles como los que estamos atravesando, la equidad y la innovación educativa no son opcionales y no debemos permitir que se transformen en un lujo: son la clave para avanzar en justicia social, romper los círculos viciosos de crisis tras crisis y encaminarnos hacia el desarrollo verdadero y sustentable.

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