domingo, abril 28, 2024
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Cultura intelectual

Cuando uno observa lo que está pasando en nuestra sociedad, vemos que todo está lleno de manías, conflictos, desorden, irresponsabilidad, injusticia, insolencia, indolencia, falta de conocimiento, mediocridad, impuntualidad, deshonestidad, intolerancia, violencia, negligencia, etc. Lamentablemente, muchas personas pecan por estos antivalores, y hacen alarde de que son los mejores ciudadanos, y que están revestidos de grandes principios morales y religiosos; pero no se dan cuenta que son merecedores de desconfianza, y rechazo por la sociedad, por sus actos tan malos de comportamiento. “El que no es espiritual, no acepta las cosas que son el Espíritu de Dios, porque para él son tonterías. Y tampoco lo puedo entender, porque son cosas que se tiene que juzgar espiritualmente (1 Corintios 2.14).

No se trata de juzgar los valores de dirigentes políticos, dirigentes de Juntas de Vecinos o de organizaciones sociales, sabemos que cada uno representa sus verdades propias, cuando buscan sus intereses personales, en cierto sentido y para cierta época. Por estas verdades, están destinados al fracaso, mientras continúen basando su organización en los principios erróneos de su sabiduría personal, que los llevará en dirección opuesta a la deseada. Mientras el hombre se sienta separado de Dios, se sentirá también dividido dentro de sí mismo, y así se crea un egoísmo que rehúsa colocarse bajo la ley universal de la sabiduría, el conocimiento y amor. Así la historia nos demuestra que sociedades, gobiernos, han incurrido en grandes errores e injusticias, reales o aparentes.

Las organizaciones sociales no son libres porque están fuertemente condicionadas por su cultura, por el ambiente social que viven, por sus intereses creados, y su compromiso ideológico. Así condicionados, sus integrantes se vuelven agresivos, intolerantes, son incapaces de mirar y examinar imparcialmente las sugerencias de otros. Por todo esto su incredulidad, su escepticismo, y su ateísmo, y su falta de cultura intelectual, son los caminos que los llevan hacia la desesperación. Cuando existen problemas sociales, institucionales, coyunturales, ellos piensan que tienen el derecho a determinar qué es lo bueno y lo malo, y el resultado de todo esto es el caos.

Muchos dirigentes de organizaciones sociales piensan que la moral es un mero convencionalismo y que no debería de existir. Estos dirigentes tratan de justificar el principio de que cada organización debe actuar como desee y conseguir lo que quieren por cualquier medio, y así establecer su propio código moral, y el resultado de estos comportamientos es, pues, una anarquía moral.

En el Antiguo Testamento, el libro de sabiduría nos dice: “El comienzo de la sabiduría es el deseo sincero de instruirse, tener deseo de instruirse ya es amor la sabiduría, amarla es cumplir sus leyes; es asegurarse la inmortalidad” (Sabiduría 6. 17-18). Lamentablemente, hoy los dirigentes políticos en vez de formarse en valores, conocimientos y tener una cultura intelectual, van deformándolas, se van maleando, así quedan atrapados en la viveza criolla. Por todo esto vemos, escuchamos, picardía, astucia, inmoralidad, transfugio, individualismo, sinvergüenzura, ambiciones personales, soberbia, deslealtad, egoísmo, manipulación, deshonestidad, arrogancia, cinismo, negligencia, todo esto produce el poco respeto a las leyes.

Por todo lo expuesto, es de imperiosa necesidad que ciudadanos, dirigentes de organizaciones sociales y políticos deban tener una cultura intelectual, un conocimiento de valores morales y espiritualidad para no hundirnos en el caos que nos amenaza, es decir, el peligro del deterioro de la convivencia humana. Tener una cultura intelectual es para aumentar nuestro conocimiento, perfeccionar nuestras actitudes. Cuanto mayor sea nuestra intelectualidad, serán más acertados nuestros juicios de apreciación personal, y así será posible considerar, observar, comprender, aprender. La puesta en marcha de nuestros conocimientos, y el fomento de la cordura pueden acabar con la ignorancia y los prejuicios.

También las nociones de la religión nos pueden llevar por la senda de la rectitud y tener una verdadera felicidad y, sobre todo, una estabilidad oral y espiritual, a partir de esta realidad. Hoy más que nunca necesitamos verdaderos maestros, que sepan educar a nuestros hijos en valores morales, necesitamos políticas patriotas, para someterse a las normas de la moralidad, y así actuar con ética, rectitud, honestidad, prudencia, sensatez, justicia, humildad, sacrificio, solidaridad, etc. De igual forma, necesitamos dirigentes de organizaciones sociales con principios y, sobre todo, que tengan una educación cívica razonable y tener ciertos principios. Deben ser reflexivos, con buenos hábitos de vida, correcto comportamiento, buenas actitudes, así van a poder educar al país, para tener una vida pública ordenada, respetuosa y progresiva, que tanto hace falta a nuestra querida Bolivia.

 

El autor es Teólogo.

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