lunes, junio 17, 2024
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El Burro de Troya y el populismo en Bolivia

Marcelo Miranda Loayza

La historia del Caballo de Troya es un relato milenario que sigue resonando en la actualidad. En la antigua epopeya, los griegos ofrecieron un enorme caballo de madera a los troyanos como símbolo de paz, pero en su interior se escondían soldados que, una vez dentro de las murallas de Troya, abrieron las puertas para el ejército enemigo, resultando en la destrucción de la ciudad. Esta historia de engaño y traición encuentra un inquietante paralelo en la política contemporánea en Bolivia, donde el populismo viene utilizando a la democracia como un caballo de Troya para instaurar sus regímenes totalitarios, abusivos y deshonestos.
En primer lugar, el populismo en Bolivia se ha presentado a sí mismo bajo la máscara de la democracia y el progreso social. Promesas de reformas radicales, justicia social y lucha contra la corrupción son el caballo de madera que atrae a las masas, quienes, obnubilados por espejismos y promesas imposibles, abren sus puertas a estos movimientos. Sin embargo, una vez en el poder, los líderes populistas han venido mostrando su verdadera naturaleza, similar a los soldados escondidos en el caballo troyano. La democracia, en vez de ser una herramienta para el bienestar y la representación del pueblo boliviano, se convierte en un instrumento de consolidación del poder personal y de erosión de las instituciones democráticas.
Ejemplos de esta dinámica son numerosos en la región. Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia y Daniel Ortega en Nicaragua son figuras que han ascendido al poder a través de elecciones democráticas, solo para manipular las estructuras del estado y perpetuarse en el poder. Estas estrategias incluyen la modificación de las constituciones, la cooptación de los poderes judicial y legislativo y la represión a la oposición y la prensa libre. En estos casos, la democracia no es el fin, sino el medio para un fin más oscuro: el establecimiento de un régimen autocrático basado enteramente en mentiras y abuso de poder.
El populismo en Bolivia, como el caballo de Troya, se presenta como una solución para los problemas urgentes de la sociedad. Ofrece respuestas simples para problemas complejos y promete una renovación moral y política. Sin embargo, la realidad es que, una vez instalados en el poder, estos movimientos solo desmantelan a todas las instituciones democráticas que les permitieron ascender al poder. La concentración del poder en manos de pocos, la eliminación de contrapesos institucionales y la manipulación de los procesos electorales son algunas de las tácticas utilizadas para consolidar el régimen autoritario en el cual vivimos.
Además, el populismo en nuestro país ha venido inventándose, de manera reiterada, enemigos externos e internos para justificar sus acciones y abusos. Al igual que los griegos, que se valieron del miedo y la incertidumbre de los troyanos para hacerlos aceptar el caballo, los líderes populistas identifican chivos expiatorios —ya sean elites corruptas o imperialismos extranjeros— para unir a las masas en torno a su liderazgo y a la vez desviar la atención pública de sus maniobras fraudulentas y autoritarias.
Es crucial que los ciudadanos y las instituciones democráticas de nuestro país se mantengan vigilantes y críticos ante las promesas populistas que nuevamente salen a la palestra en nuestro país. La historia del Caballo de Troya nos enseña que no todo lo que brilla es oro, y que detrás de las ofertas más atractivas pueden ocultarse intenciones siniestras. La democracia debe ser defendida no solo como un método de elección de líderes, sino como un sistema de valores y normas que garantizan la libertad y la justicia para todos. Solo así se podrá evitar que el caballo de Troya del populismo convierta a nuestra democracia en una autocracia autoritaria y corrupta. No vaya a ser que la historia nos encuentre adorando, en el caso boliviano, al “Burro de Troya”, enceguecidos por sus espejismos de progreso e hipnotizados por sus falacias de estabilidad.

El autor es teólogo, escritor y educador.

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