Quienes construyen país, pese a tiempos adversos, merecen ser premiados con un galardón, matizado con los colores rojo, amarillo y verde. Ellos no son bolivianos de oro ni de plata, son bolivianos de corazón. No tienen filiación política ni a quién rendir pleitesía. Se movilizan buscando el engrandecimiento nacional.
Trabajan, producen y exportan, a fin de atraer divisas, para atenuar los requerimientos de las arcas del Estado, en una coyuntura de crisis económica, cuando los dólares escasean. No solo ello, sino que generan empleo, a favor, particularmente, de la juventud excluida, en un proceso de frustración y desesperanza. Y cumplen con los tributos y aranceles respectivos. En la perspectiva, básicamente, de mejorar las condiciones de vida de once millones de habitantes de Bolivia. Apuntalan, también, los proyectos concernientes al bienestar social, para que éstos se impongan, en definitiva, despejando la incertidumbre.
Ellos se manifiestan, en el oriente y occidente, al servicio del bien común. Con o sin respaldo interno. Lejos de la inyección económica externa. Ésta última fue ahuyentada, por medidas precipitadas e irreflexivas. “En consecuencia, la ausencia de inversiones nacionales y foráneas nos ha postergado y, por más intentos que se haya hecho ante países dueños de capitales y tecnología, la desconfianza de ellos por las políticas imperantes en Bolivia ha determinado que no deseen venir” (1). Esos bolivianos valiosos incentivan propósitos progresistas, no comulgan con el pasado fallido ni con el retroceso devastador. Se abocan a reactivar la economía, promoviendo mayor rendimiento.
Saben que la situación se ha tornado crítica, en lo económico, debido, particularmente, al agotamiento del gas. Por ello contribuyen, con esfuerzo y decisión, a la patriótica tarea de superar aquella realidad, que pretende empantanar a Bolivia. “Lamentablemente, desde el año 2006, las políticas del régimen populista han estado lejos de lo que se requiere para mejorar sustancialmente la economía nacional. Y por la falta de apoyo a empresas nacionales, muchas han cerrado sus puertas y otras han emigrado a países vecinos, quedando como saldo el aumento constante de empleos informales y precarios” (2).
Quienes construyen país, no están involucrados en acciones distraccionistas, partidarias ni regionalistas, sino en acciones edificantes, que lindan con la esperanza y el resurgimiento de un mundo con menos desempleo, pobreza, hambre y enfermedades. Tampoco son partidarios de hechos violentos, que provocan inmensas pérdidas económicas. Y empañan la imagen del Estado plurinacional, en el ámbito internacional. Su finalidad es trabajar, producir y exportar, en una época de vacas flacas.
En suma: he ahí el esfuerzo de quienes trabajan, producen y exportan, por el bien común.
NOTAS
(1) “Sin inversiones el país no podrá progresar”. EL DIARIO, La Paz – Bolivia, 26 de enero de 2024.
(2) “Recurrir al sector privado ante la crisis económica”. EL DIARIO, 26 de febrero de 2024.