Resulta penoso comprobar que, en los últimos años, nuestro país ha pasado de ser productor de alimentos a importador de ellos. Por falta de interés de los gobiernos de turno y políticas erradas, grandes terrenos han dejado de producir alimentos y ahora se los tiene que importar de países vecinos, con el gasto de divisas y, por supuesto, la disminución alarmante de la cantidad de agricultores. Según recientes noticias, grandes contingentes de ellos han salido a Chile y Argentina, donde contribuyen con su esfuerzo laboral al desarrollo de esos países.
Particularmente la parte occidental de nuestro territorio es objeto de abandono por parte de los campesinos, ya que, desde la reforma agraria del 2 de agosto de 1953, el latifundio se ha convertido en minifundio y las disposiciones en materia agraria, durante el régimen populista en vigencia desde hace alrededor de quince años, no han servido para intensificar las labores agrícolas. Por el contrario, amplios campos han dejado de producir lo que alimentaba a la población de los departamentos de La Paz, Cochabamba, Chuquisaca, Oruro y Potosí.
Por ello Santa Cruz se ha convertido en el principal productor de productos como tubérculos, hortalizas, frutas y otros que muchas regiones proveían a los mercados. Hace años la variedad de papas llegó en el país a más de 200 calidades, pero hoy en pocos sembradíos se ofrece esos tubérculos y, si lo hacen es en escasa cantidad y con calidad menor. El departamento cruceño y el tarijeño cultivan y cosechan aún papas, pero no con la calidad y cantidades del pasado. Los demás departamentos producen mínimas cantidades que sirven solo a las localidades que tienen aún campos de cultivo. El resto está casi en abandono.
En consecuencia, la producción de alimentos en el país parece haber sido olvidada por las autoridades, que no se han preocupado por convencer a campesinos para que retornen a sus parcelas, pero dándoles ayuda, como créditos, semillas, abonos y herramientas para mecanizar las tareas en zonas cultivables.
Por otra parte, ha aumentado mucho la cantidad de alimentos que entran mediante contrabando, debido a la falta de control riguroso en zonas fronterizas. Y no se podría garantizar su calidad porque no pasan por los organismos de control.
Preocupa que el contrabando de alimentos, como de otros rubros, se haya convertido en la principal actividad de quienes de manera irregular introducen al país o sacan toda clase de mercaderías. Lo peor es que las autoridades no logran frenar ese mal que crece sin parar, pese a que son conocidos los daños que causa al país, como la evasión de impuestos y la competencia desleal a los productores nacionales.
Por ello, el gobierno tiene el deber de actuar de acuerdo con las leyes para reprimir el comercio ilegal y no dejar dudas de que apoya a la industria nacional, que genera empleos formales y al pagar tributos favorece al Tesoro público.