jueves, abril 18, 2024

Modus vivendi

“Regálame una sonrisa que yo la guardaré en mi libreta, convirtiendo en rimas tu alegría; para cuando la tristeza me visite sin encontrar respuesta, recuerde que la felicidad habita en ti todavía”, frase que escribí allá por el año dos mil trece, inspirado en la tarea del vate, en la búsqueda constante de la inmortalidad de un poema, manifestando una esperanza que en ocasiones permanece ausente.
Todas las noches elijo un sendero escabroso, todo por adueñarme de sus sueños y de esa manera poder ahuyentar las pesadillas, aunque muchas veces me resulte un trámite engorroso. Durante un par de horas, lidio con mi lado tormentoso, dejándome arrastrar por sus olas, minucioso, comienzo a describir en estrofas, la irónica destreza que habita en su ira, inmortalizando en fojas un dibujo por cada palabra que me mira.
Todas las mañanas elijo la compañía de un libro, hambriento de prosa, sediento de versos, en busca de algo que alimente mi alma y complemente mi idea de equilibrio; cebando mate con calma, me expreso a través de una pantalla de vidrio, sosteniendo al mundo en mi palma, poesía es lo que exhibo. Elegí comprender el idioma de la luz, ¡bendita energía con la que vibro!, ser poeta no es una elección, ser poeta es un plus.
Crecí pintando con crayones de color rojo, amarillo y verde, dibujando cóndores que desde los cielos custodiaban la bandera que amo, jamás olvido de dónde vengo, mis raíces me mantienen firme, me respaldan por si alguna vez me desarmo. No me vendo, los míos saben cuánto valoro la lealtad; las personas viven en constante cambio, aun así no deberían cambiar su amistad por conveniencia, si eso ocurre significa que nada fue real, vaya necedad.
¿Camaleón, cuándo aprenderás la lección? Encerrados en la prisión de su envidia, no hacen más que criticar, retroceden o se estancan, no piensan en avanzar, todo por estar atentos a lo que hacen los demás, esperando con ansias el fracaso ajeno y así poderse regocijar, pero tendrán que acostumbrarse, porque como Tyrone dijo: “Te guste o no, yo te voy a representar y sacaré cara por ti que no me quieres ver respirar”.
A pesar que los destellos de la euforia me confunden en ocasiones, no consumen la pasión con la que escribo, a pesar que la fama dura lo que dura un amor de madrugada, no merma la intensidad con la que vivo. Mi mente transita entre serafines y leviatanes, un edén de situaciones conflictivas, un tártaro de divinas emociones, todo me conduce hacia la cima del Monte Parnaso, permitiéndome disipar la nube negra de mi trazo.
Alzo vuelo sin la anuencia de los dioses, siendo guiado por el consejo de mis abuelos, plenamente inspirado en la Cordillera de los Andes, en el azul de sus cielos, en el aire que respiran mis pulmones, en los bosques tropicales y todos sus rincones; escribo de madrugada, reflejando el amor que tengo por mis colores, orgulloso de vestir la casaca esmeralda, soy cien por ciento boliviano como el charango y la diablada.

El autor es Comunicador, poeta, artista.

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