miércoles, mayo 1, 2024
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El amor nuestro de cada día

“Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida”. Miguel Hernández

Todos vivimos o morimos de amor
Que todos amamos, que todos vivimos o morimos de amor, es una realidad objetiva, cotidianidad necesaria para existir y supervivir. El amor es lo más simple y elemental, como la generación sucesiva de la vida. Cada amor es un mundo real que coexiste con otros, para crear la totalidad parcial y heterogénea del amor mismo.
Se ha creído siempre que el amor es un privilegio extraño de los seres sensibles y que sólo las almas elegidas pueden vivir la grandiosidad sublime del amor. Pero, si el amor fuese un sentimiento súper extraordinario, no podríamos soportarlo. Por el contrario, el amor tiene su raíz en la vida cotidiana y nace de la relación entre seres humanos: de una mirada fugaz, de una sonrisa. Es la forma más primaria de la comunicación.
El amor es una realidad tan natural y evidente que no se puede ocultar, salta a los ojos. Por síntesis, aproximaciones o uniones sucesivas se crea el amor, que es una realidad fruto de contactos continuos o una creación paciente de miradas, caricias y efusiones del corazón. Aun el amor más fulminante y que nos traspasa de súbito, tiene que recorrer un camino, recrearse a sí mismo desde el principio. El amor es, sin duda alguna, una totalidad englobadora de todas estas parcialidades amorosas. Debemos añadir que podemos no ver el amor, pero lo sentimos como una atmósfera envolvente. La pequeña o absoluta órbita que es el amor, para unos es nada o muy poco y para otros puede adquirir, y adquiere de hecho, una dimensión de trascendencia y totalidad.
El amor puede ser parcial o absoluto, importante o insignificante, pero es un mundo por sí mismo. El amor, ese fenómeno tan nuestro, como el pan nuestro de cada día, resulta más intricado y complejo de lo que podíamos imaginar, porque es un mundo que se divide en submundos.
¿Por qué el amor resulta tan complicado? Precisamente por su simplicidad, pues nada hay más complejo que lo primariamente existente ni más complicado que lo que, a primera vista, parece siempre normal. La complejidad del amor surge al vivirlo, al penetrar en sus vericuetos. Cuando nos adentramos en el universo del amor, asombra su riqueza plural, y quedamos perplejos, desconcertados ante el misterio profundo que encierra, porque la presencia simple, cotidiana, esconde una multiplicidad de hechos extraños: los celos, odios, crímenes pasionales, sacrificios sublimes, todo lo cual crea una complejidad de complejos.
Dentro del amor, vamos caminando de un mundo conocido a otro insospechado, viviendo entre sombras luminosas y luces sombrías. Esto hace que un pequeño suceso cualquiera cobre, a veces, una significación total, una realidad completa, la revelación súbita de toda una vida y un destino. Y es que, como dijo el poeta: “La noche oscura del sentido / es el doloroso sentir / del pensamiento conmovido / para el que soñar es vivir / en un paraíso perdido / donde un mirar es un morir”.

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