viernes, mayo 3, 2024
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Un libro describe el proceso de expansión del cristianismo en Europa entre los siglos XII y XV

La conversión religiosa suele ser una vía de doble mano. Y era así también entre los siglos XII y XV en la Europa medieval. Si de un lado había clérigos en busca de maneras de conquistar más fieles y expandir la Iglesia Católica, del otro había nobles y campesinos, hombres y mujeres, letrados e iletrados que necesitaban que tocasen sus corazones y sus mentes para entonces sí, seguir los preceptos de la fe.

El libro intitulado Cativar as almas – Diretrizes para a instrução espiritual (séc. XII-XV) (editorial Unisinos, 2022) [Cautivar las almas. Directrices para la instrucción espiritual (siglos XII-XV)] tiene el objetivo de dirigir la mirada hacia el lado más olvidado de los estudios dedicados al proceso de conversión y evangelización, enfocándose en el peso de la voluntad individual en tal decisión.

La obra, que cuenta con el apoyo de la FAPESP, reúne a tres investigadores de diferentes países que iniciaron el estudio para la elaboración del libro en el año 2019, durante un encuentro realizado en la Unicamp, la Universidad de Campinas (en el estado de Sao Paulo, Brasil). Jean-Claude Schmitt, profesor emérito de la École des Hautes Études en Sciences Sociales, de París, es considerado uno de los mayores medievalistas; Pablo Martín Prieto es profesor titular de Historia Medieval en la Universidad Complutense de Madrid, y Leandro Alves Teodoro es docente del Departamento de Historia de la Universidade Estadual Paulista (Unesp) en la localidad de Assis.

Mediante una Ayuda de Investigación – Jóvenes Investigadores, Alves Teodoro desarrolló un banco de datos con textos históricos creados para difundir la moral cristiana al final de la Edad Media. Y también lleva adelante una investigación en colaboración con la Swiss National Science Foundation (SNSF) para mapear pequeñas historias en la ejemplificación de virtudes y pecados en la península ibérica durante la Edad Media…

“En el libro buscamos romper con esa idea más clásica de que el contacto entre laicos y clérigos se daba sobre todo a través de mecanismos de coacción. Nuestro objetivo es dar más protagonismo a los laicos en ese final de Edad Media, cuando la moral cristiana se estaba consolidando y convirtiéndose en la raíz de la identidad de Occidente”, explica Alves Teodoro.

Cabe destacar que, entre los siglos XII y XV, Europa pasaba por profundos cambios. Estaba en curso la guerra de la reconquista, por ejemplo, que expulsó al pueblo árabe de los territorios del sur de Europa en 1492. Allí vivían también muchos judíos, y las personas en su gran mayoría no sabían leer, lo que dificultaba la difusión del conocimiento sobre la moral cristiana, los mandamientos de la Iglesia e incluso oraciones como el Padre Nuestro y el Ave María.

No por casualidad, fue también en esa época cuando la Iglesia adoptó como estrategia la difusión de textos escritos, en el caso de la península ibérica, en portugués y en castellano, para que un mayor número de clérigos tuviesen acceso a contenidos sobre la moral cristiana, y pudiesen transmitir esas enseñanzas y cautivar a más fieles.

Y en ese contexto de revigorización de la pastoral cristiana, en el cual los fieles eran persuadidos a redefinir sus acciones cotidianas, los autores analizan la actuación de los conversos.

De esta forma, el libro procura salir de un lugar común que centra el proceso de conversión en el rol de los curas, los frailes y los monjes. “Cuando se habla de la prédica de la fe, suele observársela a partir de los oradores, pues son ellos quienes manejaban instrumentos tales como los sermones y las homilías, por ejemplo. Pero en el libro procuramos escapar a la tradición que ve el proceso de formación moral de arriba abajo. Nuestra idea es mostrar que no bastaba con llevar la palabra si no se cautivaba a las personas”, dice.

Un ejemplo del peso de las voluntades individuales puede observarse en los sermones de san Antonio de Padua (1195-1231). En un sermón sobre las virtudes de un corazón contrito, san Antonio afirma que, con un corazón manchado por las “tinieblas del pecado mortal”, el pecador se vuelve “víctima de la falta de conocimiento divino y de la ignorancia de su propia fragilidad, y ya no logra distinguir entre el bien y el mal”.

Alves Teodoro explica que esos sermones formaban parte del movimiento evangelizador que emergió con fuerza en el Siglo XIII, a partir de la creación de las llamadas órdenes mendicantes, tales como las de los franciscanos y los dominicanos.

“Era un período de expansión de la Iglesia, de búsqueda de fieles, de ir a las aldeas, de predicar. Y en sus sermones, san Antonio sostenía que la palabra predicada debería servir como un llamado a cautivar y seducir a los pecadores, para perfeccionar así su formación espiritual”, dice.

El investigador explica que la formación espiritual por medio de la palabra predicada transcurría de diversas maneras. “Algo muy fuerte para cautivar a los fieles era la idea de lo que era pecado. La gente en aquella época tenía mucho miedo del infierno, por ejemplo. Por eso mismo, las personas de algún modo se identificaban con lo que la Iglesia transmitía. Sacramentos como la confesión y el propio casamiento realizado por sacerdotes constituían otra forma de seducir a los fieles”, afirma.

“El libro no apunta a investigar los aparatos institucionales de la Inquisición, sino qué era lo que llevaba a una persona a convertirse. Es lo que denominamos juegos moralizantes. Existe una idea muy cara al cristianismo: todas las piezas que estaban en el tablero, desde el papa hasta los laicos, tenían un rol, metas y responsabilidades por cumplir en ese juego”, explica.

En el caso de los religiosos, por ejemplo, Alves Teodoro comenta que para que se moviesen de manera adecuada y que no se los condenase al infierno, debían seguir ciertas determinaciones, entre ellas orientar a los laicos sabiendo que la conversión debería ser espontánea. “Pues ellos sabían que, si no fuese espontánea, no valdría de nada. Y lo que vemos es que el éxito del cristianismo echa raíces precisamente en el poder de cautivar a la gente. Si fuese únicamente por coacción, no habría tenido el éxito que tuvo”, afirma… (Agencia FAPESP).

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