domingo, abril 28, 2024
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La incipiente democracia

La frágil e incipiente democracia, restituida el 10 de octubre de 1982, tuvo que confrontar serios problemas, en un inicio. La situación económica e inflacionaria insostenible la puso en vilo. La presión obrera y política contribuyó, asimismo, a esa situación. Eran días de una marcada inestabilidad.
La ciudadanía había bregado por la recuperación democrática, por la creencia de que el cambio mejoraría, básicamente, sus condiciones de vida tan precarias. Que acabaría con la pobreza. “La magnitud de ésta en Bolivia fue de proporciones elevadas: el 80 por ciento de la población censada en 1976 era tipificada como pobre” (1). Se pensó que generaría empleo, por el bien común, que mejoraría el sistema de salud y educación. Pero no satisfizo tales expectativas.
La crisis económica, heredada de anteriores gestiones, golpeaba a quienes, con su participación masiva, promovieron la recuperación democrática. Se hacía “colas” para adquirir hasta una “marraqueta”. El hambre, por consiguiente, apremiaba a los que poseían menos recursos económicos. A los trabajadores que no tenían un adecuado nivel de ingresos para sostener a sus familiares, para costear la educación de sus hijos y menos para recurrir a los centros de salud. El hambre era el caldo de cultivo de la conspiración contra la democracia. “El hambre no espera, todos a San Francisco”, era la consigna que se utilizó para luchar contra la dictadura de entonces. Pero en democracia la sitación se puso más complicada. “El país está sufriendo hambre y miseria. Debemos sentir lastima por el pueblo. Eso engloba la tragedia que vive Bolivia en este momento. Lo menos que se tiene que hacer es renunciar”, decía el secretario Ejecutivo Nacional del MNR (2). E inclusive el Partido Demócrata Cristiano (PDC), mediante su vocero autorizado, un circunspecto abogado y escritor, cuestionó no sólo al régimen imperante, sino a la clase política. “Existe una situación de hambre, de miseria y abandono. Sin embargo, algunos jefes políticos siguen calculando si les conviene o no les conviene asistir a una reunión, para tratar temas de mucha trascendencia”, puntualizó (3).
En lo político, sí, pudo. Garantizó las libertades ciudadanas, el respeto a los derechos humanos y la libre asociación de partidos y otras organizaciones. Pero en materia social, la situación se puso color de hormiga. No supo asumir medidas oportunas e históricas por el bien común.
Los hijos de quienes forjaron la democracia, ignoran el esfuerzo de sus progenitores, las vicisitudes que tuvieron que atravesar para recuperar y consolidar el sistema de libertades. Éste que les permite medrar, actualmente, a costa del empobrecido erario nacional. La tarea fue difícil, sacrificada y complicada. Ahora ponen en riesgo ese legado, asumiendo señales contrarias a los propósitos que los animaron a ellos. Había que contribuir con destreza, desinterés y renunciamiento, para ponerlo en práctica. Y ello ocurrió en 1985.
En suma: es necesario retornar a los verdaderos cauces de la democracia.

NOTAS
(1) Rolando Morales Anaya: “Desarrollo y pobreza en Bolivia”. Editorial Mundy Color S.R.L., La Paz – Bolivia, 1984. Pág. 79.
(2) Flavio Machicado Saravia: “Lecciones en democracia”. COBOCE Ltda. Editora Opinión, 1986. Páginas 134 y 135.
(3) Ídem, pág. 133.

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