lunes, mayo 20, 2024
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¿Manejará Bolivia el mercado del litio con soberanía tecnológica?

Parte I

Con un título rimbombante, un conocido periodista potosino, se acaba de dar a la tarea de confundir a la población en torno a una temática clave no sólo para el futuro de Potosí sino también para Bolivia. El hilo conductor de su artículo (en versión digital) se basa en una contribución periodística deficiente de S & P Global Market Intelligence plagada de opiniones desatinadas que tal reportero pretende posicionar como verdades irrefutables.
Sin embargo, no todo el cúmulo de desinformación contenido en el reciente aporte de opinión proviene de una de las calificadoras riesgo más prestigiosas del mundo. En efecto, a todo lo que se desmenuzará más adelante en una síntesis crítica del artículo de S & P, se agregan otros puntos complementarios resultantes de su propia investigación que sólo profundizan la desorientación de sus principales argumentos.
Empecemos por su comentario de que hoy en día “hasta Argentina está por delante de Bolivia, pese a que apenas tiene un pequeño salar”. ¿Qué? Para su información, según los últimos datos del Servicio Geológico de Estados Unidos (SGEU), Argentina poseería un total de 19 millones de toneladas de recursos identificados litio de contenido metálico, lo que le permitiría ubicarse en segundo lugar después de Bolivia, entre los países con la mayor cantidad de litio del planeta. Es más, gracias a su política de total apertura a la inversión extranjera en este campo, habría logrado desarrollar las bases de una nueva industria del litio en el país, no sólo con un pequeño salar –como sostiene el articulista– sino con más de veinte de diferentes tamaños y en distintas etapas de desarrollo, con vistas a obtener una producción de alrededor de 238.000 toneladas de carbonato de litio equivalente (CLE) hasta el final de la presente década, con lo que podría alcanzar a Chile como segundo productor de litio del mundo
El siguiente es todavía más desconcertante porque, al tiempo de citar a quien hubiera estado a cargo de las negociaciones con FMC Corporation entre fines de los ochenta y principios de los noventa de un contrato claramente atentatorio contra los intereses nacionales, se esfuerza por transmitir el mensaje de que el rompimiento con la empresa transnacional hubiera sido un claro desacierto por parte de quienes propugnaron tal desenlace. Como este es un tema que he abordado en anteriores contribuciones, sólo me limitaré a decir en esta oportunidad que entre las cuatro enmiendas que introdujo el Congreso de la República al contrato suscrito por Jaime Paz Zamora en febrero de 1992 y que desataron la furia de FMC se destacaba aquella referida a los 40 años de duración del contrato con posibilidad de solicitar una renovación por 10 años adicionales sin garantizar la producción de un solo gramo de litio. Por tanto, su apreciación de que al presente ya estaríamos cumpliendo 40 años de contrato con la transnacional estadounidense con el país totalmente involucrado en el mercado del litio no tiene ningún sentido, primero porque no serían 40 sino 30 años y, segundo, porque resulta altamente probable que, a través de todos estos años, FMC hubiera mantenido el Salar de Uyuni sólo como un reservorio estratégico.
El tercer comentario es quizás el más temerario. Sostiene que Elon Musk sería el principal detractor del litio al haber afirmado que ese energético se agotará en 2040 y que, por tanto, habría que recurrir al hidrógeno. Al respecto, conviene anotar que el multibillonario y principal accionista de Tesla, la fábrica de vehículos eléctricos más importante del mundo, ha sido un ferviente defensor del litio y es conocida de sobra su posición antagónica en relación con el hidrógeno. Cabe aclarar que, con motivo de su participación en una conferencia en Noruega a fines de agosto de 2022, por una parte, Musk omitió deliberadamente al hidrógeno como parte de una estrategia sostenible de generación de energía a nivel global y, por otra, durante una entrevista con el Financial Times en mayo de este año, cuando se le preguntó si pensaba que el hidrógeno tenía algún rol que cumplir en el proceso de transición de la matriz energética más allá de los combustibles fósiles, respondió en sentido negativo mientras explicaba que el primer elemento de la tabla periódica era una pésima elección como medio de almacenamiento de energía por cuanto se requeriría tanques gigantes para contenerlo en forma líquida y aún más grandes para hacerlo en forma gaseosa. Aquí, obviamente, Elon Musk se estaba refiriendo a la relativa baja densidad volumétrica del hidrógeno. Como un reciente artículo científico señala: “A pesar de ser la molécula más liviana que existe, el gas de hidrógeno tiene una densidad muy baja: 1 kg de gas de hidrógeno ocupa más de 11 metros cúbicos a temperatura ambiente y presión atmosférica. Por tanto, para que el almacenamiento del hidrógeno sea económicamente viable, se debe incrementar su densidad de almacenaje”. Está claro que cualquier solución a este problema implicaría un costo adicional que, por el momento, conspiraría contra la competitividad de este energético con respecto al litio, por ejemplo.

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