viernes, mayo 17, 2024
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Populismo tramposo

La reciente “maniobra picaresca”, como ha definido un analista al nombramiento del “Defensor del Pueblo” por los asambleístas del oficialismo, aprovechando la ausencia de los opositores que estaban en los festejos departamentales de su región, es una muestra más de la conducta política del populismo que nos gobierna tres lustros, llena de trampas, triquiñuelas y engaños. El señor García Linera, exvicepresidente de Evo Morales por catorce años, calificó de “estrategia envolvente” a esas mañas.
La política como Ciencia y Arte, según definición de Aristóteles, y como el quehacer humano que tiene que ver con el poder político de una sociedad organizada en Estado, es en consecuencia difícil, debido precisamente a su finalidad. Tiene, sin embargo, como toda actividad humana, que estar sujeta a valores éticos.
Si bien, como lo dijo el mismo Aristóteles y luego Nicolás Maquiavelo, la ética política es algo distinta de la ética civil, pues en política se busca el bien de la colectividad, que a veces choca con el interés individual y debe priorizarse el colectivo, no deja de haber una “ética política” que es también ética, que arranca de valores y los valores se inspiran en la valoración que la sociedad hace de la conducta política. En la actualidad, debido al descrédito de la política o de los políticos, la sociedad reclama un comportamiento ético.
Precisamente la pérdida de credibilidad de la sociedad sobre los actos de los políticos, se debe a las trampas y mañas que, en estos tiempos de populismo, se han convertido en la manera de hacer política. Conducta que agudiza esa incredibilidad, pues los actos y actuaciones de los gobernantes, debieran ser creíbles y ponderados.
Una de las falencias de los actuales y anteriores gobernantes del populismo, es que no hay coherencia entre lo que dicen y lo que hace o dejan de hacer. El ejemplo de lo que decimos es el reciente discurso del presidente del estado Plurinacional en la ONU, en la que nuevamente se refirió al “supuesto” golpe de Estado de 2019, cuando está en la conciencia ciudadana que fueron jornadas de protesta, por el fraude electoral reconocido por el mismo ex presidente Morales, que renunció a sus funciones. Mediante ley se anularon las elecciones y se dispuso nuevas, y el cambio de los vocales del Tribunal Electoral. A su vez, el Tribunal Constitucional Plurinacional mediante una Declaración Constitucional, amplió el mandato de todas las autoridades electas, reconoció implícitamente al gobierno transitorio.
Lo lamentable del discurso presidencial, es que acusó a organismos internacionales como cómplices del tal golpe, cuando esos organismos auditaron las fraudulentas elecciones (OEA) o interpusieron, al igual que la Iglesia católica, sus buenos oficios para evitar el enfrentamiento fratricida que estaba en puertas.
Acusarnos a los millones de ciudadanos que espontáneamente salimos a las calles, además en defensa de nuestros hogares que eran amenazados por turbas con actos de violencia, como los cometidos contra las viviendas de una periodista, una autoridad universitaria y quemas de 60 buses de la comunidad. Persistir en el “cuento” del golpe de Estado, afecta a la unidad de los bolivianos, aunque constitucionalmente es una obligación presidencial el mantenerla (Art. 172, 2).
El vicepresidente Choquehuanca, es otra autoridad que insistentemente descalifica y ataca a los no indígenas (k´aras), que somos las mayorías de gente de clase media y vivimos de acuerdo con la cultura occidental, que es la más difundida en el mundo. Arremetió hasta contra nuestros símbolos patrios y encabeza la corriente “indigenista fundamentalista” en el país, al contrario de lo establecido en la Revolución Nacional que, con el Voto Universal y la Reforma Agraria, les dio a los indígenas la calidad de ciudadanos con los mismos derechos y obligaciones, dotándoles además de propiedad gratuita sobre la tierra.
La política de división, provocación y enfrentamiento al acusar a parte de la ciudadanía de “golpista”, cuando según varias encuestas levantadas, más del 60% de los encuestados opinaron que no hubo golpe, frente al 30% que dijo sí, importa una política de división, provocación y enfrentamiento, cuando la política de gobierno debe buscar la unidad y paz social. El gobierno debe ser para todos los bolivianos, sin discriminaciones, conformado por mayorías y minorías que cambian a través del ejercicio de gobierno, pues el poder desgasta y las mayorías de ayer se tornan en minorías hoy.

El autor es Abogado, Politólogo, escritor y docente universitario.

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