domingo, mayo 19, 2024
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Obsoletas teorías económicas

Notables movimientos políticos contemporáneos originaron, en últimos tiempos, movimientos sociales de consideración que han removido las costumbres tradicionales de las naciones en vías de desarrollo nunca conocido en el mundo.
Esos procesos generados por nuevas fuerzas productivas determinaron ideas de diverso tipo que, al ser puestas en práctica, crearon en las masas populares grandes esperanzas y, por otro lado, alentaron a sus “ideólogos” a asegurar que vendría una era de felicidad nunca vista.
Ese conjunto de esperanzas duró alrededor de los últimos cincuenta años o más y, en particular, en las dos o tres décadas recientes, sin que sean observados resultados siquiera de relativa prosperidad, por lo que los experimentos ideológicos (que son medidos por los frutos materiales) puedan mostrar los beneficios ofrecidos.
Al respecto, se puede rescatar algunas de esas recetas que dieron lugar a que los movimientos socio-políticos no reciban los esperados frutos positivos y, en cambio, encuentren solo deficiencias y frustraciones, sin que, además, se pueda pronosticar mejorías para salir del atolladero. Entre las políticas económicas de estos tiempos de esperanza se tiene, entre otras, las siguientes, dignas de mención:
La primera pregonó el “proceso de cambio” que nada cambió y, enseguida, la segunda, de la distribución las ganancias de la nación entre los sectores sociales de baja (o ninguna) productividad, con la esperanza de que esas políticas benefactoras atenuaran los focos de agitación popular. En efecto, se pensaba que esa sabia política de “redistribución” iba a producir riqueza, pero ocurrió todo lo contrario y, en concreto, no convirtió el dinero en capital.
Otra de esas recetas es la “industrialización” como tabla de salvación, pero también dio pocos frutos (o ninguno), ya que los proyectos fueron elucubrados con la idea de que primero hay que construir el techo y después las paredes de la casa. Efectivamente, se quiere industrializar al país sin que existan materias primas o habrá que importarlas, además que problemas técnicos no fueron resueltos, como en el caso de la planta de urea de Bulo Bulo cuya producción no es permanente, además que está ubicada en un lugar no adecuado; o el ingenio azucarero de San Buenaventura, para el cual no hay suficiente producción de caña del lugar, mientras que no hay la cantidad de gas requerida para explotar plenamente el yacimiento de hierro del Mutún, y en el caso del litio, no se ha utilizado un método eficaz para aprovechar ese elemento que hoy es motivo de gran demanda, por ejemplo, por la industria automovilística.
Otro caso es el de las empíricas “reformas agrarias”. Se esperaba grandes cosechas de alimentos, pero, al revés, la caída de la producción de alimentos es casi absoluta. La agricultura indígena no produce trigo, maíz, papa, camote, cebada, chirimoya, paltas, duraznos, etc. y, por tanto, los gobiernos se ven obligados a hacer grandes importaciones con las escasas divisas disponibles. Se observa, en síntesis, que, hasta las revoluciones contemporáneas fracasan por esos motivos.

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