sábado, abril 20, 2024
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Manifiesto boliviano

Escribo a causa de la tribulación del ánima, cuando todos duermen en un lecho de lástima, me aferro a la necesidad de reflejar toda la grandeza de Bolivia; como lo hizo Franz Tamayo, a través de una pluma comparto el orgullo de haber nacido boliviano, como mis abuelos, como mis padres; como mi gente, como mis hermanos.
Mi corazón late con ritmo de cueca y taquirari, sumergido en memorias de infancia siento el aire puro de Villa Tunari, las cálidas mañanas del Plan 3000 y las tranquilas noches de Sopocachi. ¿Cómo podría no amar esta tierra bendita? Si a todo lo que escribo ella le da vida, mi imaginación es suya, mi dedicación también, todo mi ser la necesita.
Patria amada, los años no te ignoran y si la justicia muchas veces te quitó su manto; aquí estoy yo, aquí estamos todos. Todos aquellos bolivianos que se levantan con un ferviente deseo de progresar, que no se les pasa por la mente el claudicar, quienes honradamente llevan el pan a su hogar. ¿Rendirme yo? ¡Eso jamás! Glorioso legado nos dejó Eduardo Abaroa, al derramar su sangre cerca del río Loa, reafirmó eternamente que el Litoral siempre será nuestro.
En este país hacemos frente a cualquier plan siniestro, defendemos la democracia y nuestra libertad como Marcelo Quiroga, a cualquier costo. Recorremos cordilleras, despeñaderos, cumbres y desiertos, sin descanso al igual que el titán “Goyo”. Descendemos de la altura y alzamos vuelo por el llano; cóndor andino, cantuta, patujú y charango.
En Chuquisaca nació la emancipación, metrópoli revolucionaria de colosales testigos: Sica Sica, Churuquella, cuna de Matilde Casazola y sus composiciones tan bellas. Santa Cruz de la Sierra digna de veneración, tradicional, pintoresca; suelo de eximios futbolistas, Marco Etcheverry, gambeta y magia, ciudad que alberga numen, Cristo Redentor pleno de nostalgia.
Nuestra Señora de La Paz es altiva, por sus calles fulgura misticismo y un fuego sempiterno de anarquía; Tiahuanaco aún irradia su cultura, amparada por un gigante de hielo, el majestuoso Illimani día tras noche nos escuda como centinela de sangre aimara. Hermoso Pando, terreno fértil donde florece el laurel y habita el sicurí, Bruno Racua, estandarte de su gran porvenir.
Oruro es coraje, carnaval y devoción; esfuerzo de mineros, de artesanos que trabajan inspirados por la Virgen del Socavón, donde danzan en completa armonía ángeles y diablos en busca de su perdón. Cochabamba es valle que cautiva, Heroínas de la Coronilla se ofrendaron con gallardía, Adela Zamudio es claro ejemplo de constancia; reivindicación femenina, abrió sendas de lucha mediante artículos y poesía.
Beni es un emblema de esperanza, en las aguas del río Mamoré reposa Pachamama, paraíso edénico de cálida hospitalidad que abraza. Tarija bohemia, hogar del maestro Nilo Soruco de suntuosa inspiración, vino, singani; una brisa que acaricia el corazón. Potosí, histórica urbe de inquebrantable espíritu, imponente Salar de Uyuni, arrebato del artista, tierra de Cecilio Guzmán de Rojas y su pintura indigenista.
Somos el esfuerzo de El Alto, el temple de un pueblo que repudia la tiranía, la prestancia de Batallón Colorados y su imponente valentía; somos la honestidad de Agustín Morales e Hilarión Daza en busca de justicia, la voz de Gladys Moreno, el piano de José Encinas Nieto; somos las letras de Yolanda Bedregal de efusión lírica, el sueño de Simón Bolívar, el corazón de Sudamérica, rojo, amarillo y verde; somos y seremos magnificencia, somos Bolivia.

El autor es Comunicador, poeta, artista.

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