martes, abril 16, 2024
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Buscando el encuentro

“Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres”, sostiene San Pablo (Epístola a los romanos, 14: 17-18).
Hoy, lo mismo que en los tiempos de Saulo de Tarso, los bolivianos buscamos ese “reino de Dios”, representado, particularmente, por la justicia y la paz, tan deteriorado, ciertamente, en aproximadamente 40 años de democracia. Desde que los uniformados fueron desalojados, con ignominia, del Poder, gracias al coraje de la ciudadanía.
El desencuentro de quienes practican política, a tiempo completo, suscita una situación tan deplorable. Desencuentro que ratifica la tirria, con cuestionamientos de toda índole. Los hombres y las mujeres que piensan diferente sufren e, inclusive, mueren tras las rejas, a raíz de aquello. Quizá el propósito es acabar con quienes disienten. Por medio parece que estuviera, como sabe la opinión pública, el servicio, incondicional, de ciertos operadores de justicia. Hechos que no coinciden con el respeto a los derechos humanos, proclamados universalmente.
Desencuentro que permite esparcir ofensas, falacias, calumnias y agresiones verbales, en desmedro de la honorabilidad de algunas personas. Que reaviva acciones revanchistas, por uno u otro motivo, mediante mecanismos reñidos con la actividad política honesta y transparente. Ahí se suman las señales de amenaza e intimidación, de persecución y encarcelamiento, como en los tiempos de las dictaduras.
Por el desencuentro vivimos en un mundo “enguerrillado”. “Ahora me lo pagarán”, dijeron, emulando a los niños, algunos personajes, conocidos dentro y fuera del país. “Métale nomás, caiga quien caiga”, agregarían, posiblemente. Y resurge la inestabilidad política que siempre ha dado la impresión de una guerra interna permanente. Realidad que ha empañado la imagen de Bolivia ante la comunidad internacional. Que ha profundizado la suspicacia y el temor, en organismos financieros internacionales. Aún más entre los inversionistas extranjeros. Éstos huyeron, en busca de seguridad jurídica. En este contexto no respiramos tranquilidad ni paz social.
Desencuentro que tuvo la fuerza, como nunca en la historia, para dividirnos entre los más y los menos, entre ricos y pobres, occidentales y orientales, urbanos y rurales, formales e informales. Sectores que priorizan sus intereses particulares, posponiendo, en muchos casos, los intereses de carácter nacional.
El desencuentro desgasta a los actores políticos. Deteriora la unidad de los bolivianos. Minimiza los esfuerzos tendentes a construir un futuro mejor. En vista de ello se debería trabajar por un encuentro, en democracia, que le haga bien al país y devuelva la esperanza a sus habitantes. Empujemos el carro, aunando voluntades e inquietudes, con dirección al desarrollo, con bienestar social, en este momento de reactivación económica, después de la devastadora presencia del covid-19. Se debe multiplicar empleos, a nivel tanto de instituciones públicas como privadas, para acabar con la desilusión que golpea a muchos compatriotas.
En suma: habría que trabajar para recuperar la justicia y la paz.

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