martes, abril 23, 2024
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Solución por el desastre, táctica de la “izquierda”

El país se encontraba en situación política revolucionaria desde meses antes de producirse la insurrección social de noviembre de 2019, que culminó con la fuga y renuncia a su mandato del presidente Evo Morales y su lugarteniente. La causa principal de ese ese acto fue el desconocimiento a la soberanía popular expresada en las elecciones del 21 de febrero, hecho palpable, sin necesidad de mentirse a uno mismo.
Fruto de esa insurrección, el viejo esquema político masista fue barrido en su totalidad (y no solo a Evo Morales) y se abrió la posibilidad de un nuevo régimen que rectifique las desviaciones históricas ocurridas desde 15 años atrás.
Pero esa posibilidad de establecer un nuevo régimen histórico fracasó, primero porque sus gerentes no estuvieron a la altura de los sucesos y mataron el tigre, pero se corrieron del cuero. Segundo, no se resolvió la cuestión del poder, que derivó en un aborto de gobierno que a nada respondía. Fue un gobierno que no era insurreccional ni constitucional y solo respondía a personas de buena voluntad, pero políticamente inspiradas en el absurdo. Ese “gobierno” se estrenó con un máximo error, pues no se declaró como Junta de Gobierno provisional, con las obligaciones específicas de llamar a elecciones, y a una Asamblea Constituyente que dicte o reforme la Constitución y elija un nuevo gobierno. No sin antes evitar la restauración del régimen defenestrado que, sin duda, empezaría a conspirar.
Pero el movimiento insurreccional se convirtió en un golpe de teatro, no cumplió con sus deberes e hizo lo que no debía, sin tener legalidad ni legitimidad, pues todo lo que hiciese carecía de valor, como dejar funcionando el Congreso, apoyarse en una Constitución que ya no existía, mantener todo el aparato burocrático excretado, prorrogarse en el poder con la aberrante ley de 20 de enero de 2020 y otras idioteces que después dieron lugar a que la expresidenta Jeanine Añez fuera conducida a prisión, (no todos los culpables, sino una, la más inocente). Ese gobiernillo cavó su propia tumba, era un cadáver viviente que asfaltó el camino a la restauración, cuyos beneficiarios en vez de agradecer a la exgobernante, la condenaron a la cárcel, aunque aún no con el juicio de la historia. Ese aborto de gobierno nada resolvió, lo complicó todo, lo que arrastraba e iba contra la corriente de la historia.
Finalmente, se produjo el retorno masista y la restauración del viejo régimen, que también resultó falso, haciéndose cargo de las ruinas que la insurrección había barrido, de algo que ya no existía. En todo caso, se esperaba que la restauración arregle sus propios viejos problemas, así como los dejados por la transición sin brújala ni timón, y así se metió en un laberinto sin salida, que creó nuevos problemas y no arregla ni los antiguos ni los heredados. Lo cierto es que el movimiento de noviembre no resolvió la crítica situación. Es más, medidas que se adopta son golpes de ciego, enredando aún más la madeja, sin pensar que esas armas de dos filos se vuelven, como bumerangs, sobre la cabeza de quienes las disparan, al menos mientras no se cumplan los objetivos históricos de la insurrección de noviembre de 2019.

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