domingo, abril 28, 2024
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Una muerte anunciada que no llega

Quisiera no ser un profano en asuntos económicos para entender a cabalidad el porqué de la estabilidad económica que goza Bolivia desde hace mucho tiempo. Lo digo porque yo también, como muchos otros, he ido aguardando con miedo y preocupación la anunciada catástrofe que durante muchos años varios economistas, políticos y analistas (algunos más con malicioso deseo que con probidad intelectual) han ido vaticinando en columnas de opinión, foros académicos y programas de análisis político. Lo cierto es que, hasta el momento en que escribo esto, esa hecatombe financiera jamás se ha producido. (Y, a diferencia de muchos que por ver al partido oficialista en crisis incluso querrían ver esa ruina, espero que nunca se produzca).
Durante varios años escuché que las reservas de gas se agotaban, que las RIN estaban siendo carcomidas, que la deuda externa era sideral (tanto que hasta los hijos de nuestros hijos continuarían pagándola), que se estaba gastando una plata que no había (la cual tendría que ser pagada con recursos naturales), que el coletazo de la pandemia sería devastador para Bolivia, etc. En suma, que se estaba hipotecando el futuro económico de Bolivia debido al rentismo, el despilfarro y la irresponsabilidad. Puede ser que sea así, pero lo evidente es que hasta hoy el bolsillo del boliviano promedio no se ha visto afectado casi en nada.
Quizás sea políticamente incorrecto o impopular decirlo, pero la verdad es que hay segmentos de la sociedad que no tienen idea alguna de desarrollo humano, capital humano, educación, índices de libertad de expresión y democracia y desarrollo cultural y científico, elementos todos estos que hacen a un país próspero en todos los sentidos y verdaderamente rico. Estos segmentos de los que hablo, que en general constituyen la gran mayoría de la población, se contentan con un buen puesto de trabajo y un salario estable para vivir bien y asegurar el futuro pecuniario de sus hijos, y no tienen mínima idea de qué es marxismo o liberalismo: simplemente desean vivir materialmente plenos. Creo que es por ello que hoy Bolivia vive en un clima de relativa paz social y trabajo.
La intelligentsia crítica y los intelectuales se percatan, obviamente, de los vicios y entuertos que siguen enraizados en la burocracia pública y la sociedad boliviana en general, pero esos indicadores (que en realidad son los más relevantes a largo plazo) son poco importantes a la hora de aprobar o desaprobar una gestión gubernamental, incluso para muchos de ellos.
Francamente ignoro por completo cuál es la receta económica que está aplicando el masismo para mantener esta estabilidad económica, y ya tampoco les quiero creer a los que escriben desde hace años la crónica de la muerte anunciada de la economía a la vuelta de la esquina o en diez años, pues hasta ahora ninguna de sus predicciones se ha cumplido (en general, el ser humano siempre falla en sus profecías). Lo que sí veo hoy, desde los campos que como profesional conozco, es que la mentalidad y las costumbres sociales poco o nada han cambiado en todo este tiempo; la cultura política y la educación están tan oxidadas como lo estaban en los tiempos de la Revolución del 52 y el Poder Judicial sigue tan corrompido como lo era en los tiempos de la colonia española.
Sin embargo, lo que puedo decir como cientista social es que pienso que en tanto el bolsillo del grueso de los bolivianos no esté vacío (sea por endeudamientos irresponsables, sea por un manejo poco visionario de la economía o, por el contrario, por un buen modelo económico o un virtuoso manejo de la plata, y pese a que la libertad de expresión, la justicia, el respeto a los derechos humanos y la educación no progresen hacia la cultura de la libertad) el régimen presente gozará de no poca estima por parte de la ciudadanía. El contrato social, aquél que teorizaba Rousseau sobre todo en términos de moral y derecho más que en términos financieros, se mantendrá fuerte en los hechos por la estabilidad económica.
Definitivamente al liberalismo le falta plantear políticas que ofrezcan al boliviano salidas ahí donde éste parece estar bien, pero en realidad está en pantanos de inmovilidad debido a la atrofia cultural y el bajo rango de libertad.

Ignacio Vera de Rada es profesor universitario.

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