martes, mayo 14, 2024
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Educar es desafío, arte, ciencia y aptitud

Ante la actual situación de la educación se necesita promover cambios para lograr mayor calidad, en el sentido más amplio y profundo del término. Y caminar hacia una educación complementaria con las circunstancias de este nuevo siglo que se abre ante nosotros y más aún en la pos pandemia. El docente sigue siendo un elemento clave de esa educación humanista que se centra en lograr un crecimiento de la persona hacia su propia realización, en asumir un sistema de valores y un estilo personal de vida. Por ello, “las reformas educativas se tienen que hacer fundamentalmente en la cabeza de los docentes” (Maslow,1979).
La sociedad, consciente de ello, aumenta las exigencias respecto a la escuela y los docentes, haciendo recaer sobre ellos toda la responsabilidad de la eficacia y de la calidad de la educación y culpándolos por los fallos y problemas que plantean los jóvenes. A los docentes se les pide no solo tener amplios conocimientos sobre su especialidad, sino saber adaptarlos y desarrollarlos, escoger las opciones pedagógicas más adecuadas en cada circunstancia. Formular un proyecto educativo, determinar las necesidades de aprendizaje de sus alumnos y organizar la clase en torno a ellas. Fomentar el trabajo en equipo, participar en grupos de estudio y formación. Formar el juicio crítico de sus alumnos ante la avalancha de información que le ofrecen los medios de comunicación. Reflexionar sobre su práctica docente, colaborar con los padres y con la comunidad.
En efecto, todo ello es necesario y la responsabilidad de los profesores es grande, pero también es cierto que la educación de una persona no depende únicamente de la escuela ni de sus docentes. Hay muchos otros factores que influyen y sobre los que la sociedad tiene una responsabilidad directa.
Por otra parte, la sociedad no puede exigir a la escuela y a sus maestros calidad y eficacia en su misión, cuando a la vez valora poco su trabajo, les dedica poca atención, los critica sin fundamento. Si destina pocos recursos a su formación, y no cuenta con ellos para realizar las reformas educativas, lo que hace que los educadores se sientan incomprendidos por los políticos, la administración, los padres. Todo ello unido a las difíciles circunstancias que, en algunos casos, rodean la educación: violencia, falta de respeto y disciplina, falta de recursos, desencuentro con los padres, etc. Tal situación está llevando a muchos magníficos educadores al desánimo, a la decepción e incluso al abandono de esa gran tarea que habían comenzado con ilusión y entusiasmo.
Es cierto que el papel del docente ha cambiado, que se le plantean nuevos retos, con una educación híbrida, que es la presencial, semipresencial y a distancia, que ciertamente exige una renovación y ciertos cambios profundos en su formación.
Factores que se debe trabajar como principio son la comprensión y respeto. Comprensión de la diversidad de sus alumnos, considerando que cada uno es distinto e irrepetible. Comprensión del pluralismo cultural, racial y religioso de la sociedad actual, y respeto hacia ello y hacia todos aquellos valores que, vengan de donde vengan, suponen un avance y un progreso auténtico para la humanidad. Sin duda, la universalización de la educación significa el gran logro del Siglo XX. El que a ella tengan acceso todos los jóvenes y la convivencia en los centros de alumnos con distintas capacidades, de procedencia social muy distinta, de culturas diferentes, exige hoy de los docentes, de manera especial y urgente, estas dos cualidades, porque en ellas se sustentan otros muchos valores: la tolerancia, la paz… que nuestro mundo necesita para seguir avanzando.
La profesión docente exige formación y vocación, ambas tienen que ir estrechamente unidas, ya que la vocación sin formación hace frecuentemente ineficaz y perjudicial la acción educativa, al encontrarse el educador entre la ilusión, el deseo de hacer y la ignorancia de no saber-hacer. La profesión sin vocación conduce al educador al extremo opuesto: un saber-hacer carente de ilusión, cuando no de deshumanización. Parece evidente que quien está llamado a esta misión debe poseer aptitudes y cualidades que se las deberá tener muy en cuenta en la hora de seleccionar a los aspirantes, por ello resulta un desafío el que accedan a las Escuelas Superiores de Formación de Maestros. El trabajo del docente es una tarea integral para la sociedad.

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