sábado, mayo 18, 2024
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Colapsa “industria sin chimeneas”

Uno de los importantes engranajes de la economía del país, el turismo, que funciona al unísono con otros engranajes, como la minería, agricultura, y otros, se encuentra casi totalmente paralizado, poniendo al borde de la desestabilización a todo el aparato político de la nación. El problema es de tal magnitud, que todos los resortes que conforman la economía se encuentran en peligro de ser afectados en su funcionamiento, lo que determina una calamidad sin precedentes.
En efecto, el turismo, también conocido como la industria sin chimeneas, se encuentra en la pendiente inclinada desde hace algo más de dos años, y todos los organismos que giran a su alrededor también han caído víctimas de esa catástrofe, como la hotelería, el transporte, la venta de artesanías, de comidas criollas y muchos otros aspectos que acompañan al engranaje central.
Por si fuera poco, cientos de trabajadores especializados en el país han quedado cesantes, a vista y paciencia de los inquilinos del aparato burocrático del Estado Plurinacional que, al parecer, miran con orgullo jupiterino la crisis del sector, pese a sus ensordecedores anuncios en torno a que estamos “saliendo adelante” (como si se pudiera salir hacia atrás) para “reactivar” la economía, y otros términos líricos que endulzan los oídos y dan la apariencia de que se está resolviendo la crítica situación, pero, en realidad, la precipitan a la ruina.
Ante la crisis, el sector turístico y las ramas que lo conforman se vieron finalmente ante la necesidad de reaccionar en forma angustiosa y salir a ganar las calles para ser escuchados, acción movilizada que causó el asombro de la población por su magnitud y por las causas que representaba y puso al desnudo la magnitud de la crisis económico-política que padece el pueblo boliviano, debido al pésimo manejo de la cuarentena a que obligó la pandemia del covid-19.
El manejo oficial de la pandemia fue tan empírico y falto de lógica que cuando llegó a su máximo grado de aplicación, causó a la economía nacional pérdidas de mil millones de dólares al día, daño que es mirado con indiferencia y, además, resulta que no tiene responsables. Tal situación se refleja en grandes marchas y paros callejeros, como reacción ante el desastre y para hacer posible que las autoridades salgan de su comodidad burocrática y enfrenten la calamidad, aunque fuese con medidas tan simples como querer curar un cáncer con confites de carnaval.

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