sábado, mayo 18, 2024
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Desarrollo, sinónimo de paz y armonía

Hace mucho tiempo el Papa Karol Wojtila expresó una seria preocupación por la pobreza de la mayoría de los países. Dijo que para la Iglesia tiene que haber la forma de cumplir con un propósito: que la paz y concordia de los pueblos tenga otro nombre: Desarrollo. “La pobreza es causante de la mayoría de las desgracias que sufre la humanidad”, expresó al ampliar sus conceptos, puesto que él, coincidente con el sentir de los pueblos del planeta, expreso que “nadie que tenga demasías puede sentirse bien; al contrario, el mal de la pobreza ajena debe ser lapidario y lo que se tiene que hacer es desprenderse siquiera de una parte de las riquezas a favor de los pobres”.

Muchos gobernantes de naciones estuvieron de acuerdo y expresaron que todos deben cambiar políticas; pero, para decepción de la Iglesia y de los mismos países, nadie hizo algo por cambiar, por destinar siquiera una mínima parte para combatir a la pobreza. Poco tiempo después, en una reunión de la ONU se recordó las palabras del Papa Juan Pablo II y, si hubo protestas de varios delegados, tampoco se hizo algo en el sentido mencionado.

Muchas veces se ha comprobado que un 65% de la población mundial es pobre, lo que resulta ser una especie de “bomba de tiempo” si no se combate decidida y responsablemente el mal que, de todas maneras, puede causar la angustia general y producir el estallido del mundo, porque el estado en que muchos viven es extremadamente pobre, hasta el extremo de haber “madres que esperan la muerte de sus hijos recién nacidos antes de sufrir hambre y enfermedades”.

Es importante que empezando por los países más pobres –como es nuestro caso– tomen conciencia de que ellos mismos deben iniciar campañas en pro de lograr buenos cultivos y alimentación en las tierras cultivables que tienen; se pide que esas naciones actúen para su propio beneficio y sean ejemplo para las demás, a fin de paliar en alguna forma los estragos que causa la pobreza y que, traducida en hambre y enfermedades, se convierte en muerte y hasta transmisora de todo tipo de virus, lo que agravaría los malos estados de salud.

Nosotros, en Bolivia, podemos y debemos mejorar la producción de alimentos porque existen las condiciones y los medios para ello: nuestros campesinos que pululan en las ciudades teniendo tierras de cultivo, podrían retornar e intensificar su trabajo para aumentar sus ingresos y  lograr una mejora económica en sus vidas; el gobierno tiene que preocuparse por la provisión oportuna de semillas, abonos, herramientas y medios de transporte para que las tierras cultivables puedan cumplir con su labor. Nuestros mercados tienen que abrir sus compuertas para mejorar sus ventas y, además, incursionar en las exportaciones; hay, pues, muchas formas en que, con los debidos incentivos, podrían cambiar sustancialmente las condiciones de vida de los agricultores y de todo el país.

Por su parte, la industria puede alcanzar altos niveles de producción, cubrir las necesidades internas y exportar. Con el debido esfuerzo y voluntad e inversión de empresarios y trabajadores, se puede incursionar en las ciencias de la tecnología y técnicas para conformar equipos capaces de crear o producir lo que hasta ahora se importa con gasto de divisas; por otra parte, hay universidades y profesionales aptos para cambiar sustancialmente las fuentes de producción.

Podemos lograr la condición de liderazgo del mundo pobre si nos proponemos y trocamos la pobreza con paz y armonía, con progreso y logro de mejores condiciones de vida; todo está en manos nuestras y de gobiernos que trabajen efectiva y responsablemente; que sirvan al país y dejen de servirse de él.

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