sábado, mayo 4, 2024
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Cuentos bolivianos

Todos han escuchado algo en su vida sobre “cuentos chinos”. De acuerdo con el diccionario, un cuento chino es un embuste, una mentira disfrazada de artificios, elaborada y adornada para resultar más creíble. En consecuencia, para de ese modo sorprender a los incautos. Esos engaños –esas “mamadas”, como se suele expresar en términos populosos en nuestro medio–, los han experimentado unos y otros, en realidad mucha gente.
De ahí que una serie de enunciados y disposiciones no cumplidos del todo en el país, bien pueden ser denominados “cuentos bolivianos”, pues al menos eso piensa la mayoría de la gente, refiriéndose al registro obligatorio de celulares en el país, instituido mediante decreto supremo en noviembre 2009, alegando que “de esa manera se frenará el robo de teléfonos portátiles”. Digamos que hasta hoy los robos se dan con mayor frecuencia. Asimismo, con la Ley No. 400 de septiembre de 2013 se obligó a registrar toda arma de fuego, bajo penalidad para todo quien no lo haga. Se observa que muchísima gente porta revólveres y pistolas, atraca y mata a otros con cierta frecuencia; vaya a saberse si están registrados dichos armamentos. El mismo año lanzaron la Ley 348 con bombos y platillos; en la ocasión dijeron “con esta ley nunca más habrá un feminicidio”, y resulta que desde entonces esos hechos son recurrentes.
El 1997 surgieron las AFPs en Bolivia; se dijo que eran la panacea para los problemas de los trabajadores, pero transcurridas casi tres décadas, dicen que su situación está peor, pues se jubilan con rentas paupérrimas, por lo que ahora exigen una nueva Ley de Pensiones y equidad para todos. En 2010 se entregó el nuevo mercado “Lanza”; el que databa del año 1937 fue derruido totalmente. Entonces se alegó: “es una mega obra urbanística, ya no habrá vendedores en las calles, consta de 1.073 puestos que acogerán a todos”. Mas no deja de ser un elefante blanco en pleno centro capitalino, los comerciantes siguen en las vías públicas en mayores cantidades, entre tanto las casetas de esa edificación en un buen número permanecen vacías, casi siempre. En los últimos años, también desde esferas gubernamentales se dijo que “ya no habrá más colas para inscribir a los hijos en escuelas y colegios estatales; que ya no dormirá la gente en las aceras con el fin de ser atendida en los centros hospitalarios; que ya no se dará más “trameajes” en las rutas del servicio de minibuses”; etc., pero según tiene la impresión la colectividad, “las cosas han empeorado”, y todo se trata nada más de cuentos chinos, en este caso bolivianos, porque cada vez cuesta más confiar, sobre todo en la palabra y las opiniones políticas y también en algunas dirigencias.
Estos hechos y otros se repiten en Latinoamérica, y lo refleja el libro “Cuentos chinos: El engaño de Washington, la mentira populista y la esperanza de América Latina”, de Andrés Oppenheimer, 2005. Al paso que se va, pareciera que los tristemente célebres “cuentos chinos” proseguirán acechándonos.

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