domingo, junio 16, 2024
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Y la pobreza continúa

Un número estimativo de la población boliviana, de hace 20 años, aproximadamente fue de ocho millones de habitantes. Con un elevado índice de pobreza, obviamente. Regía una orientación política de tendencia democrática. Había transcurrido 20 años desde la restitución del sistema de libertades y 17 de la era relocalizadora. “El Decreto Supremo 21060, quiérase o no reconocerlo, tuvo la virtud de frenar la hiperinflación y dar alguna coherencia a la precaria economía”, opinaba la prensa nacional (“Costo social”, Presencia, La Paz – Bolivia, 4 de enero de 1987).
En esa época, la esperanza para salir de la pobreza estuvo cifrada, indudablemente, en el boom gasífero. “En un momento de expectativa e incertidumbre económica y política en Sudamérica y el mundo, ha aparecido recientemente un factor de enorme significación: el establecimiento de la existencia en el subsuelo boliviano de cerca de sesenta trillones de pies cúbicos de gas natural”, se dijo. (“Hacia un enfoque trinacional de las relaciones entre Bolivia, Chile y Perú”, Plural Editores, La Paz – Bolivia, diciembre 2002. Págs. 148 -149). Por lo visto el país fue el epicentro del gas natural de la región. Éste ofrecía una gran e inédita oportunidad para reducir las desigualdades sociales. Para crear empleo digno y seguro. Para apostar por el bienestar social, que tanto se requería. Se pensaba que los ingentes recursos económicos que generaría, contribuirían para mejorar los servicios de salud, de educación y vivienda, con servicios básicos, en la perspectiva de erradicar la postergación, la discriminación y la frustración. Ello implicaría, asimismo, proyectar y multiplicar oportunidades, por el bien común.
La generación de entonces soñaba, alentando una proyección histórica, con una red gigante de gasoductos que integre Bolivia con Paraguay, Argentina, Brasil, Chile y Perú. Con Uruguay, también. Quiso involucrar, mediante ese sistema, vía Chile y México, al mercado norteamericano. Y llegar hasta Asia. De veras que soñar nada costaba. Pero que las cosas no salieron a pedir de boca.
Una generación que pecó, inclusive, de ingenua, al pensar que el mundo le iría a pedir al país mayor suministro de ese recurso gasífero, más adelante. Es que Bolivia se había convertido en una fuente energética potencial de Sudamérica.
Pero las circunstancias no estuvieron a la altura de los desafíos. En consecuencia: frustraron las expectativas no solo de aquella generación, sino de todas las generaciones hasta nuestros días. Ahora el gas natural se nos agota y la pobreza continúa su curso. Tiende, desgraciadamente, a profundizarse. Con la pandemia de origen chino se multiplicaron los pobres, acá y acullá. Entre ellos estuvieron los que buscaban, y actualmente buscan, el sustento cotidiano, con trabajo, esfuerzo y sacrificio cotidiano, en el comercio informal. Con la diferencia de que hoy ha crecido enormemente este sector.
El gas natural tiende a declinar, pero han logrado repuntar, para suerte del país, la actividad minera y los productos no tradicionales. Ambos renglones alcanzaron un protagonismo sin precedentes. Aportaron, por cierto, importantes montos al erario del país.
En suma: quienes se encuentran en la cúspide de la administración pública deben redoblar esfuerzos para reducir la pobreza.

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